Carta con respuesta

Jubilados joviales

Panorama habitual de un bar por las mañanas: anciano sentado en una mesa con un café y el diario abierto que se lee de pe a pa sin dejarse ni una coma, pues tiene toda la mañana libre. Da la sensación de que se lo aprenden de memoria, de que no se dejan ni una línea sin leer. Hay quien compra el diario por las esquelas, el deporte o el horóscopo. Los jubilados no lo compran, aunque pagan el precio de un café. Se toman el café y se tragan el diario. Consultar el diario en el bar es misión imposible si no te adelantas al anciano lector o aprovechas el momento en que lo deja harto de pasar páginas. El otro día se echó a correr por la calle un anciano de unos 70 años cuando me vio dirigirme al bar, me adelantó, entró antes en el bar y se quedó con el diario.

ANTONIO NADAL PERÍA ZARAGOZA

No sé si entiendo bien su predicamento: ¿por qué se queja de que los jubilados no compren el periódico, si al parecer usted tampoco lo compra? ¿O más bien le duele que los jubilados sean más rápidos que usted y siempre lleguen primero? Comprendo que debe de ser humillante que "un anciano de unos 70 años" le adelante a la carrera y alcance la meta (el codiciado periódico) antes que usted. Como el periódico no es suyo, las clases pasivas tienen el mismo derecho que usted a la lectura y, si corren más rápido, pues mala suerte. Parece muy saludable (y divertida) esta costumbre zaragozana: los viejos, no sólo se informan, sino que practican deporte, cien metros de acera a todo correr para quitarle "su" periódico. Estarán en forma (para no hablar de lo que se reirán al dejarle atrás).

No sé qué consejo puedo darle, la verdad: cómprese un chándal y entrene hasta que consiga correr más deprisa que esos jubilados velocistas. También parece molestarle mucho que los ancianos empleen demasiado tiempo en la lectura. Podría adquirir un reloj de arena y convencer al dueño del bar de que no consienta lecturas que superen los nueve minutos. Lista de espera y lectura cronometrada.

Hay otra solución, muy estrambótica, descabellada, una auténtica locura que me imagino que ya habrá considerado y descartado: compre el periódico, hombre.

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