Carta con respuesta

¿De qué nos quejamos?

En estos tiempos que corren es terrible oír que se paguen casi cien millones de euros por un jugador cuando, a día de hoy, un 77,3% de los españoles teme perder su puesto de trabajo y califica la situación económica de mala o muy mala, según la última encuesta del CIS. Y no sólo esto, sino que hoy el Gobierno ha revisado sus revisiones y ahora calcula una caída del PIB del 3,6% para este año. Cuántas cosas se podían hacer y cuántos puestos de trabajo dar a esta gente que no tiene para pagar la hipoteca de su piso porque se ha quedado en paro. Pero está visto que en nuestro país es más importante el fútbol que el bienestar de las personas.

NIEVES JIMÉNEz MADRID

Como comprenderá, me cuesta mucho orientarme en esas cifras. ¿Es mucho o poco? ¿Comparado con qué? Comparado con las "inyecciones" de dinero público que les ponen a los bancos, tampoco parece una fortuna. Comparado con el presupuesto de Planet 51, una película española de animación que costará 55 millones de euros, no suena a una barbaridad. Comparado con los 135 millones de dólares que pagó el ricachón Ronald Lauder por un cuadro de Klimt, casi parece calderilla. No lo sé: ¿por qué está bien que un comprador privado (cuya identidad se mantiene en secreto) gaste 104 millones de dólares en un Picasso para tenerlo en su casa y, en cambio, está mal que un club gaste dinero en un futbolista al que podrán ver jugar todos los aficionados?

Si lo miramos desde el otro lado, ya me oriento un poco mejor. Echando las cuentas, para los jugadores, esta contratación supone unos nueve millones de euros netos por temporada. No está mal, desde luego, pero ¿es tanto? ¿Comparado, por ejemplo, con los más de 16 millones de euros que se embolsó Ignacio Sánchez Galán en Iberdrola, en la temporada de 2008, tan aplaudida por el público? ¿O comparado con los casi diez millones de euros que se levantó Alfredo Sáenz, en esa misma temporada en la que su banco, el Santander, tantas alegrías y tardes de gloria dio a la humilde afición?

Ya se imagina lo que pienso: en lugar de censurar los resultados, ¿no sería mejor rechazar el sistema que los produce?

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