Carta con respuesta

Lo real y la propiedad

El otro día asistí a un concierto coral en el que participaba mi hija. No había menos de dos videocámaras por componente del coro, dispuestas a grabar a sus retoños para la posteridad. Intuyo que debió ser una buena actuación, aunque no podría asegurarlo fehacientemente, dado el alboroto que causaba tanto reportero pululante. Menos mal que mi mujer era uno de ellos y, si consigo encontrar un poco de tiempo (en la posteridad, claro está), intentaré reproducir en casa un instante que presumo que podría haber sido mágico y emotivo si no hubiéramos preferido almacenarlo entre tanto giga.

JESÚS VEIGAS RODRÍGUEZ BADALONA

Cuánta razón tiene. A veces pienso que tiene que ver con la impotencia para vivir la sensación real, que siempre es más compleja y contradictoria, y exige un esfuerzo por nuestra parte. Un concierto de niños puede ser (también) aburrido o irritante, pero el vídeo de un concierto es un signo convencional que ya sólo admite una interpretación, un sentido, como las fotos de un viaje (en las que no salen los malos ratos o salen ya convertidos en entrañable anécdota). Por eso hay cada vez más cibersexo, que no mancha tanto como el real y permite creer que uno tiene el control.

Se trata, no de participar en una experiencia real, sino de apropiársela. Si nos pertenece en propiedad, nosotros mandamos: en un álbum de fotos la realidad se calla y obedece, porque el sentido lo impone el propietario. El sentido impuesto desfigura la realidad, la reduce y nos aleja de ella: todos los álbumes de boda son iguales.

El resultado, sin embargo, es el contrario, bien lo sabemos: la separación. La sensación de poder con la que nos consuela la propiedad no compensa la nostalgia por la pérdida de una vida de verdad. Convertimos el coro de niños en fotos y separamos las causas de las consecuencias (¿qué tendrá que ver mi voto con mi vida, el sueldo del jefe con el mío, mi trabajo con lo que yo siento, etc.?). A esta separación yo la sigo llamando alienación (con perdón) y creo que la produce el sistema económico. El reencuentro con lo real es la reconciliación con uno mismo y ya se imagina cómo lo llamo.

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