Carta con respuesta

Los inodoros

Con el calor del verano llegan los malos olores en cualquier lugar público. Hay gente que no se lava y gente que se lava pero desconoce la conveniencia de perfumarse. Aún hay algo peor, que es quien no se lava pero se perfuma para disimular el mal olor y el resultado es igual o más repugnante. Lo que no se entiende es cómo existen personas capaces de llevar ese mal olor encima durante todo el verano, por qué no les molesta a ellos mismos. El mal olor de uno mismo no molesta tanto como el mal olor de los otros, pero no deja de ser desagradable un mal olor, a no ser que se carezca de olfato. El olor corporal de las personas es soportable hasta cierto punto y las define en algún aspecto, pero todo tiene un límite y hay personas que se definen por su mal olor natural, lo que es una agresión a los demás.

ANTONIO NADAL PERÍA. ZARAGOZA 

Leía su carta, lo confieso, como quien oye llover sobre mojado: cuánto nos molestan los demás a nosotros, los que llegamos primero, qué desagradable es su ropa, sus olores, su tono de voz, su simple presencia, etc., hasta que leí que "hay personas que se definen por su mal olor natural, lo que es una agresión a los demás". ¿Su "olor natural", el que no pueden evitar ni es resultado de falta de higiene, le parece "una agresión"? ¿Su olor natural es un acto de violencia deliberada dirigida contra usted? Pues apaga y vámonos. 

¿Qué será lo siguiente, don Antonio? Este tío me agrede con la forma natural de su frente, tan abombada, esa convexidad es un agravio intolerable y, como siga así, se la voy a aplanar a martillazos. Esa tía está venga de agredirme, mira cómo tiene los pulgares: ¡retráctiles! No soporto las orejas de soplillo de ese chaval, que sólo lo hace por incordiar: ¡se las arranco de cuajo o se las pego con cola!  

¿Por qué ustedes, los inodoros, tienen que rebajarse a compartir planeta con nosotros, tan malolientes? Con los que apestamos sólo para fastidiar, con los calvos, los gordos, los torpes, los lentos, los miserables. Nuestra fealdad es una agresión. ¡Todo tiene un límite! La solución final quizá sean las cámaras de gas: en defensa propia, por supuesto.

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