Gloria Polo, médico colombiana, fue alcanzada por un rayo y vivió la experiencia de la muerte tras tres días de coma profundo. Asistía a misa e incluso rezaba el rosario, aunque con afán económico, pero el veredicto inapelable de Jesucristo fue: "destino: el Infierno". Sólo la oración de un campesino robó a Dios la gracia de devolverla a la vida. Algunos de los pecados habían sido: dedicaba media hora a Dios el domingo mientras visitaba el gimnasio a diario, y gastaba fortunas en dietas, tratamientos corporales y salidas nocturnas, dando en Misa unas pocas monedas. Se quedó embarazada en su primera experiencia sexual y abortó. Aunque no había materializado el adulterio, sí había provocado deseos impuros con su forma de vestir. Comulgaba sacrílegamente.
LUCÍA RIVERA. BARCELONA
No me queda claro si su carta pertenece a una de aquellas cadenas que amenizaron mi infancia: por si acaso (¡qué arrebato!) he hecho siete copias y las he enviado a siete amigos, para que a su vez la envíen a otros siete, etc. Desde hoy, Gloria Polo es una de mis pecadoras de cabecera, como Emma Bovary e Isidora Rufete. Una mujer capaz de rezar el rosario "con afán económico" merece la admiración de todo hombre perdidizo y melancólico. Si además gasta, no ya una, sino varias "fortunas" en potingues y en salir por la noche, estoy dispuesto a perder la cabeza. Y encima, ¡sacrílega! Me parece de un atractivo casi pornográfico.
Nadie es perfecto, ni siquiera la Dra. Polo, que no "materializó" el adulterio: era una calientapollas, con perdón por la expresión. Provocaba "deseos impuros". Son los únicos soportables. Debe de haber muy pocos deseos puros: quizá sólo la codicia, la voluntad de poder y el odio. Los demás deseos son como nosotros: impuros y acogedores.
El personaje más antipático de la fábula es el tal Jesucristo: parece un portero de discoteca que disfruta negando la entrada a quien lleve calcetines blancos. Un matón de gimnasio inflado de esteroides que repite: ¡Al infierno! ¡Aforo completo! ¡Club privado! Allí donde no dejen pasar a la legendaria Dra. Polo, colombiana, tampoco quiero entrar yo, la verdad.
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