Carta con respuesta

La sartén al cazo

Me parece bien que Rajoy diga que prometerá no gobernar más de ocho años; pero quisiera pedirle que haga perpetuar el ejemplo dado por Aznar, y que promueva en todo caso una ley que impida la triple elección, o ‘requetereelección’. Prueba la importancia de esa ley para la democracia tanto su implantación en muchos países como los recientes intentos de gobernantes poco democráticos por abolirlas en algunos de ellos, así como la decadencia y corrupción de tantos gobernantes que se han ‘pasado’ de tan prudente y razonable límite.

JOSÉ MARÍA GRANDAS MENÉNDEZ MADRID

Prometa lo que prometa Rajoy, recuerde que la decisión es nuestra. Con no votarle, asunto concluido: no llegará a gobernar ni un solo día, como ha dicho Jesús Caldera. Sin embargo, si no estoy mal informado, en ningún país europeo se limita el número de mandatos del presidente del Ejecutivo. Sea como fuere, pídaselo a todos los políticos (y más todavía a los que tienen responsabilidades de gobierno), no sólo a Rajoy. En realidad, me parece bastante injusto que sólo se lo pida precisamente a Rajoy. Quizá se lo debería reclamar con más ahínco a los del PSOE, en vista de las ampollas que levantó en Zapatero la "intuición" de Bono de que podría, algún día, abandonar el poder por su propio pie. Bien es verdad que la sugerencia de Bono recuerda a los niños, que sólo dicen "hay que compartir" cuando el juguete lo tiene otro. O como el refrán: apártate, que me tiznas; dijo la sartén al cazo.

Desde la segunda Restauración borbónica, sólo ha habido un presidente de Gobierno que se haya "perpetuado" (como usted dice) en el poder: Felipe González. Ganó cuatro convocatorias electorales y aún tenía un apetito voraz cuando se presentó a la quinta. En las Autonomías, que yo recuerde, han sido los del PSOE los que mejor han seguido el ejemplo caciquil, paternalista y demagogo de Manuel Fraga: los eviternos, incorruptibles e inmarcesibles Rodríguez Ibarra, José Bono y, sobre todo, el inefable Manuel Chaves, presidente crónico de Andalucía.

El poder provoca adicción, ya lo sabemos, y hay políticos apolíneos y dionisíacos. Los apolíneos se imponen restricciones a sí mismos, en busca del justo medio, como Aznar o Rajoy, beben con moderación, y desconfían (ellos sabrán por qué) de su fuerza de voluntad para abandonar el poder; prefieren limitar de antemano su duración. Los dionisíacos, en cambio, son partidarios del exceso, y en cualquier dirección: o abstemios o alcohólicos, o en ayunas o empachados. Felipe González era, como Fraga, de una glotonería dionisíaca; Alfonso Guerra, de un ascetismo dionisíaco (como corrobora su apetito de poder). ¿Y Zapatero? ¿Por qué ha desmentido a Bono con tanta vehemencia? ¿A usted qué le parece?

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