Carta con respuesta

Las mujeres de antes

En esta época navideña marcada por la adquisición de perfumes y joyería, se usa con obstinación pertinaz el reclamo burdo de una provocación sofisticada. No sé por qué lo femenino debe desnudarse para hacerse atractivo. La mujer nunca refleja mejor lo que ella es que cuando ofrece su ternura de madre o esposa. La sexualización de su imagen la denigra y hace de ella un gancho publicitario despojado de sí misma. Qué triste es que muchas no sepan valorar su belleza y la malgasten ávidamente con fines de codicia, difuminando su encanto original travestido de burdel, en pro de un protagonismo en el papel ‘couché’ o en un ‘spot’ televisivo.

EVA NORDBEKC, Barcelona

Diga usted que sí, señora. Y no sólo chicas, también hay abominables anuncios de tíos medio en bolas, con abdominales como tabletas de chocolate. ¿A dónde vamos a llegar? Los ganchos publicitarios tienen que ir vestidos con propiedad, como iba don Camilo José Cela cuando anunciaba una guía carreteras. Como hombre, la apoyo al cien por cien. Lo que buscamos es la ternura de madre o de esposa (a ser posible de otro). ¿A qué varón bien constituido le atrae una mujer con faldas microscópicas, que se denigre a sí misma enseñando los muslos? Que levante la mano. (Bueno, a mí, pero es por una avería que tuve en la cabeza de pequeño). La mujer que valora su belleza no usa esos potingues diabólicos, ni wonderbra ni bragas tanga. La mujer-mujer va con falda tableada por debajo de la rodilla, medias de estameña y pañuelo al cuello, ¿a que sí?

Solía hablar el maestro Joaquín Vidal de la "tumbacristos", que era una señora del tendido del siete, con tan soberbio y alzado teteramen, que el crucifijo le quedaba siempre horizontal. ¿Hay mejor y más sencillo adorno sobre unos pechos desnudos? ¿Hay algo comparable a levantar una falda y encontrar un cilicio arañando la piel? ¿No es mucho más excitante follar con ropa puesta, a ser posible un hábito de novicia? Tiene usted toda la razón: ya no quedan mujeres como las de antes. Pérez-Reverte y Javier Marías, que suelen pasear comentando que ya no encuentran mujeres de verdad, también estarán de acuerdo.

Como cantaba Brassens, "mon prince, on a les dames du temps jadis qu’on peut": cada uno tiene las mujeres de antes que puede. ¡Qué más quisiera yo que una "tumbacristos" con zapato plano, escapulario y moño! Pero la mujer-mujer prefiere al hombre-hombre, más a lo Rouco Varela, varonil, adusto, expeditivo: el hombre que no se anda con contemplaciones. Como Brassens, me conformo con mis mujeres de antes, mis Venus de barriada, mis políngonas que tenían que ponerse el vaquero tumbadas y sólo llevaban una camiseta dos tallas más pequeña bajo la auténtica parka coreana Ying.

RAFAEL REIG

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