Los llaman flexitarianos y digamos que es una dieta de moda, que consiste en ser vegetariano sin renunciar del todo a la carne. Un 'casi' vegetariano, o un vegano pecador.
Una dieta empujada además por la actual situación económica. Los precios de los productos frescos como el pescado están por las nubes y mucho de lo que ganamos se va ya en la cesta de la compra, situación que nos devuelve en parte a los años ochenta, cuando las abuelas miraban hasta la última haba y se escandalizaban con el precio de la proteína navideña.
Digamos también que es una dieta auspiciada por una mayor conciencia ecológica y por un cierto pragmatismo. Algunos científicos aseguran que dietas como ésta podrían ayudarnos en la actual situación de emergencia climática.
Consideran necesaria una reducción del consumo de carne debido a sus efectos en la deforestación global y por las emisiones de gases de efecto invernadero que genera su industria. Hacen hincapié en que necesitamos adoptar 'dietas saludables para el planeta'.
El flexitarianismo es una pauta más saludable que otras (si se compara con la orgía animal que marcó las décadas anteriores con la llamada dieta occidental). Y es una conducta más líquida que otras también, y de ahí su nombre de flexitariano, acuñado en los años noventa y que quiere decir 'vegetariano flexible'.
Es la dieta de sí, apuesto por los vegetales, pero no tanto como para embarcarme en la mística del veganismo o en el estándar clásico del vegetarianismo (que consumen solo vegetales, pero añaden huevos y productos lácteos).
Acaso sería una dieta más 'realista' mientras la humanidad transite hacia un futuro basado en una alimentación más equilibrada, sin sufrimiento animal y con un menor impacto ambiental. Hay estudios, como el de la consultora Innova Market Insights, que indican que este tipo de dietas de 'menos carne' tienen mejor aceptación entre la población general que otras más estrictas como el veganismo.
Algunas encuestan parecen apuntar que los flexitarianos y los reduccionistas son los grupos más numerosos hoy entre el segmento de la población que se preocupa por su salud y el impacto de la huella de carbono. Los reduccionistas serían aquellas personas que sin llegar a consumir tantos vegetales como un flexitariano también han hecho una apuesta por reducir el consumo de carne en su dieta.
Esto quiere decir que hay hoy más flexitarianos y reduccionistas que veganos. No obstante, estos resultados puede cambiar según el rango de edad, siendo los millennials los que más apuestan por el vegetarianismo o veganismo. De todos modos, las dietas con carne siguen siendo las mayoritarias, aunque en Occidente se observa en la estadística que se reduce su consumo año tras año.
No son ‘veggies’
El flexitariano es aquella persona que apuesta por el consumo vegetal como fuente principal de alimentos, pero que no deja de tomar en ocasiones esporádicas carne y pescado, o proteínas de origen animal.
Como los reduccionistas, lo que hace en realidad es desplazar las prioridades del omnívoro: sería un omnívoro mucho menos cárnico. Por esta razón no puede entrar dentro del vegetarianismo y mucho menos del veganismo, a pesar de su nombre.
Para un flexitariano los productos de origen animal están solo para días especiales o momentos concretos, cuando llega el fin de semana, si está de viaje, en una barbacoa social, o en proporciones muy reducidas en el total de ingestas semanales.
Como son flexibles tampoco puede existir un dogma concreto, pero algunos medios lo cifran en un mínimo de cinco días a la semana en los que toda la alimentación sea de origen vegetal (incluyendo los nuevos sustitutos de la carne, o 'carnes vegetales', productos hechos normalmente a base de proteína de soja). Los flexitarianos sacan la mayor parte de las proteínas por tanto de las legumbres, frutos secos y huevos.
En realidad, se trata de una dieta parecida a la mediterránea o las dietas saludables de nuevo cuño, tipo el plato de Harvard. Solo que la mediterránea o la de Harvard están consideradas más completas y equilibradas al incluir un mayor rango de alimentos, incluidos los pescados azules y blancos, y grasas saludables como el aceite de oliva.
Un reduccionista, al restringir las carnes, especialmente rojas y procesadas, sería alguien que se encamina en realidad hacia la dieta mediterránea, donde sí se contempla el consumo de carnes magras y huevos varias veces por semana.
Se escoja una dieta u otra, nutricionistas y epidemiólogos tienen claro que la dieta ideal es aquella que apuesta por el consumo vegetales y frutas frescas en la base de la pirámide, y por lo tanto en mayor cantidad. Los científicos preocupados por el clima también lo ven necesario, sobre todo porque el consumo global de carne está creciendo en los países en vías de desarrollo o nuevas potencias como China o India.
La revista U.S. News & World Report tildó el flexitarianismo como la segunda mejor dieta del mundo, solo por detrás de la mediterránea. Las dietas vegetarianas y sobre todo las veganas, aunque saludables, pueden presentar carencias nutricionales que deben ser controladas con una correcta pauta alimentaria, al tener déficits en algunas vitaminas, como las del grupo B, carencia de hierro que produzca anemia, o de calcio y vitamina D.
Este tipo de nutrientes presentan normalmente una mayor biodisponibilidad en los alimentos de origen animal, como la carne, pescados o los huevos (que contienen proteínas de alta calidad, con todos los aminoácidos esenciales, y con una mayor absorción).
Esto hace que el flexitariano tenga a priori menos problemas para adquirirlos, a la vez que se beneficia del aporte saludable de una dieta vegetal: menos colesterol, mejor tensión arterial, menos riesgo de problemas cardiovasculares o determinados cánceres.
Es una dieta que igualmente debería desterrar los ultraprocesados y alimentos industriales con azúcar añadido. No hay flexipataterofrito...
La diferencia nuclear con las corrientes verdaderamente vegetarianas estaría en el aspecto ético, que es sin duda importante para quienes eligen la dieta. El flexitarianismo, aunque parece más consciente del problema que otra dietas, no destierra el sufrimiento animal, solo lo reduce, o apuesta por productos menos agresivos (como el foie-gras, por el sufrimiento que provoca, o apostando, cuando consume, por carnes de ganadería extensiva o pesca sostenible). En cambio el vegetarianismo (aunque incluya huevos y productos lácteos) y sobre todo el veganismo, que no consume ningún tipo de producto que provenga del sufrimiento de los seres vivos, sí lo tiene muy en cuenta.
Una parte de nuestro futuro se está jugando en las mesas y comidas, y quizás con alguna de estas dietas. Veganos, vegetarianos, flexitarianos, reduccionistas, mediterráneos... Veremos cuál de las corrientes está llamada a asentarse y a ser parte de la solución del problema.
Comentarios
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