Pato confinado

La trágica historia de la tribu pima: el pueblo con mayor diabetes del mundo

Desierto.
El territorio ancestral de los pima es el desierto de Sonora. Foto: Pixabay.

Se llamaban sí mismos con la poética natural de los pueblos que adoran al viento y la nube: 'La gente del río' (akimel o'odhan). Y eran bellos, delgados y resilientes. Reyes del desierto, pero terminaron con las mujeres más obesas de América (título que les dio la prensa), señalados por una enfermedad incurable que es una epidemia creciente.

Antes de que la malnutrición y la diabetes los golpeara, varios miles de años atrás, habían cruzado el pasillo helado del Estrecho de Bering para terminar asentándose paradójicamente en un desierto. Se cree que provienen de las primeras migraciones ancestrales al continente americano.

Pima quizás signifique no entiendo, no tengo, no sé lo que me dices. Dice la leyenda que pi'ma fue lo que respondieron a los españoles - los primeros usurpadores atlánticos que pisaron su tierra- cuando les preguntaron por su nombre.

Hoy decimos Yucatán por un error similar (Yucatán significaba en maya 'no te entiendo'). Los pima habitaban en el desierto de Sonora, actualmente partido entre México y los Estados Unidos. Vendrían más tarde otros blancos, colonos y ejércitos, hablando nuevas lenguas, peleando y buscando establecerse.

La historia de los pima, de los no entiendo, de los no sé, es trágica y seguramente, aunque hayan montado algún casino en su actual reserva, lo seguirá siendo.

Es una de esas narraciones que tanto nos gustan en las películas. Tiros y asaltos de una colonización sin escrúpulos. Historias del Salvaje Oeste, sí. Del gran robo a mano armada. Un guión digno de John Ford: unos cuatreros te usurpan el espacio vital, roban tus cultivos y tu subsistencia para alimentarte después -en nombre de la compasión o de la beneficencia- con harinas blancas y grasientas latas de res que fabrican en lugares lejanos. Es también un caso de estudio clásico en nutrición.

A partir de su desgracia, vimos la relación directa entre la dieta y enfermedades como la diabetes tipo 2 o la obesidad. Una relación o predictor más fuerte que los genes, según varios estudios.

Para entenderlo, tenemos que viajar mentalmente a la frontera entre México y los Estados Unidos. Las batallas y la política decidirían esa frontera, y esta tribu de cazadores y pequeños granjeros quedaría para siempre partida en dos.

Por un lado, los pima que vivirían desde entonces en la zona mexicana, y por el otro, en la estadounidense. El caudal del río que los había alimentado se iría en gran parte secando por el expolio de las nuevas ciudades y de los cultivos de los colonos. El lado estadounidense es el que más nos interesa aquí.

Vivían en un desierto donde el agua es el bien más preciado. Gracias al río Gila, de aguas cristalinas, vibrante caudal de la árida planicie, habían sido unos pequeños agricultores exitosos, sacando frijoles, maíz y algodón. Durante la conquista española, les había llegado el trigo y la sandía, y ellos comerciaban con estos alimentos. La llegada de nuevos colonos blancos, el nacimiento de esa América que hoy llora por su pasado armado, la posterior construcción de presas y canales, mermó los recursos hídricos de su zona y ellos quedarían encerrados en una reserva.

Sin agua, perdieron sus cultivos tradicionales y el modo de vida, y se vieron obligados a mendigar los alimentos procesados.

Las autoridades estadounidenses alimentaron a los pimas por concepto de excedente, y la tribu dependía de esta dieta que les enviaba el Gobierno. Su nueva alimentación estaba basada en manteca de cerdo, harina blanca y carnes enlatadas. Hoy en día, en la reserva, el pan frito con manteca les parece un plato tradicional, según el diario The Guardian.

Se volvieron dependientes de una nueva economía que no ha evitado que la mayoría siga viviendo hoy en la pobreza. Se perdió la esencia o la raíz, y ahora están golpeados por el estrés, el alcoholismo, el desempleo, y el crimen creciente de las bandas juveniles (otro 'invento' importado).

La dieta cambió drásticamente por este motivo hasta llegar a hoy, que, aunque están más concienciados, siguen presentando uno de los índices de prevalencia de diabetes tipo 2 más altos del mundo: cuando llegan a la edad de cincuenta años es diagnosticado de esta enfermedad un número muy elevado de ellos, y por este motivo seguramente desarrollarán problemas cardiacos, renales y muertes prematuras. Las tasas de diabetes en niños y adolescentes están igualmente disparadas. La hemodiálisis es hoy un rito tradicional.

Las explicaciones que ha dado la ciencia para este fenómeno son multifactoriales: los pima presentan una predisposición genética para sufrir la enfermedad, pero la dieta ha sido el principal factor de la epidemia.

Esto lo demuestra otra curiosidad histórica que nos permite comparar. La parte de la tribu que quedó en el otro lado de la frontera, la que habita en la zona mexicana, han seguido manteniendo una dieta más próxima a la ancestral y, aún con la misma predisposición biológica, no presentan los altos índices de diabetes de sus parientes estadounidenses.

Los pima mexicanos se encuentran repartidos en pequeños núcleos del suroeste del estado de Chihuahua y al este de Sonora. Cuando se realizó el primer estudio sobre la diabetes en 1991 los resultados fueron esclarecedores. En el lado mexicano apenas se reportó un 11% en mujeres y 6% en hombres; en la zona estadounidense, un 37% en mujeres y 54% en hombres. Estudios posteriores dieron resultados similares: los indios que habían quedado atrapados en la reserva estadounidense presentaban índices mucho mayores que sus parientes mexicanos.

Los investigadores se fijaron en la dieta. Mientras los pima mexicanos comían alimentos bajos en grasa, altos en fibra y con carbohidratos complejos, lo estadounidenses hacían lo contrario: comida baja en fibra y con un alto contenido de grasa saturada. Por otra parte, los mexicanos realizaban más ejercicio físico y presentaban un mayor gasto de energía, principalmente por sus actividades agrícolas. Cultivaban y cosechaban la mayoría de los alimentos que consumían con la ayuda de bueyes o mulas.

Los pimas de Arizona, en cambio, se habían vuelto sedentarios. Compraban los alimentos en supermercados, se movían en automóviles o en transporte público, mientras se atiborraban de más grasas de las recomendadas y con un alto porcentaje de carbohidratos simples. La combinación de estos factores, junto a su predisposición genética, hizo que presentarán una de las prevalencias más altas de diabetes y obesidad del mundo, lo que llamó la atención de la medicina global.

Ya que ambos grupos comparten el mismo pool genético, la principal hipótesis es que la dieta y el modo de vida tiene un papel crucial para disparar la diabetes tipo 2. Según los investigadores, es algo que podríamos extrapolar al resto de humanos. "Los cambios asociados a los estilos de vida occidentalizados pueden jugar un papel preponderante y pudieran explicar en gran medida la epidemia global de DT2 y obesidad", explican en el estudio Interacción entre genética y estilo de vida en el desarrollo de la diabetes mellitus tipo 2: el estudio de los indios pima. Es decir, los pimas nos están mandando un mensaje.

Genética y medio ambiente interactúan, siendo este último, seguramente, quien tiene un papel determinante en la patología. El estilo de vida, la dieta y la actividad física, son claves a la hora de combatir la diabetes tipo 2 y la obesidad (ambas muy relacionadas). Son un predictor más fuerte que la propia carga genética, y lo que explica que más de la mitad de los indios pima mayores de 35 años tengan diabetes mellitus no insulinodependiente. Han sido más de dos décadas estudiando a esta tribu para llegar a esta conclusión.

En el mundo actual, muchos pueblos indígenas se encuentran hoy en procesos de cambio parecidos, por no hablar de lo que está ocurriendo en los países desarrollados o en vías de desarrollo. Nuestra alimentación y modo de vida occidental se parece cada vez más al de los pimas estadounidenses en muchos sentidos.

La concienciación sobre una dieta saludable -tomando en España el ejemplo de la mediterránea- y la promoción del hábito del ejercicio físico, son de momento las mejores armas contra estas epidemias modernas que ya han desolado a los pueblos originarios desde que un día se vieran despojados de sus raíces, desecados sus ríos, y atrapados en el laberinto del bufet de comida rápida. Los pimas están hoy haciendo cuanto pueden para revertir esta situación. Pero en un sentido espiritual, y más con esta sequía, todos somos un poco pimas.

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