Pato confinado

'Adictos' al escaneo de códigos de barra en el supermercado

'Adictos' al escaneo de códigos de barra en el supermercado
Cada vez más personas usan 'apps' para entender las etiquetas de los productos del supermercado. Foto: Pixabay/Steve Buissinne

No soy de aplicaciones. Las considero algo así como caballos de Troya, regalos (cuando son gratuitos) muchas veces innecesarios. Pueden esconder el verdadero motivo de los permisos que alegremente concedes, y casi siempre te convierten en el producto de unas empresas de las que nunca conocerás su nombre...

Pero con Yuka, esa app que convierte a los consumidores en algo así como los detectives del supermercado, he visto cosas que vosotros no podríais creer...

Personas enganchadas a una aplicación que lee códigos de barras. Humanos que señalan las galletas con el dedo escrutador de un exorcista. Gente adulta que se siente como un adolescente trasteando con TikTok, pero en las estanterías de la tiendecita del señor pakistaní.

Individuos que pasan su tiempo no delante del televisor sino de la nevera. Humanos que se reconocen como frikis del escaneado de códigos de barras de los productos alimentarios...

Es una aplicación francesa que lleva un tiempo de moda, y hay otras también muy utilizadas por los usuarios, a juzgar por las numerosas descargas, como MyRealfood o El CoCo. Todas coinciden en que dicen que buscan un "consumo más consciente".

Consisten en un lector (desde el móvil) que detecta los códigos de barra de los alimentos, y a veces cosméticos, que puedes encontrar en cualquier supermercado. Lo hacen automáticamente, es el arte de los algoritmos. No aparecen todos los productos, pero sí la gran mayoría. Al poner la cámara sobre el código, surge una valoración (con su color verde, naranja y rojo) y una breve explicación del por qué.

Allí te dice si el alimento que estás a punto de meter en el carrito es 'excelente', 'bueno', 'mediocre' o directamente 'malo'. Así buscan "descifrar las etiquetas de los productos para poder tomar las decisiones más saludables", según Yuka.

Y te lo explican en síntesis (calorías, sal, azúcar, grasas saturadas, aditivos, si es 'eco' o no...) Parece supersencillo, y por esta razón, como toda app que se precie, adictivo (su objetivo es hacerte cosquillitas en los receptores de la dopamina). Termina siendo una suerte de gamificación para decidir qué producto incluyes en la cesta...

Este tipo de aplicaciones tienen sus críticas, no obstante. Algunos señalan su falta de rigor. No son apps necesariamente fiables en cuanto a la valoración de los productos, y no están aconsejadas generalmente por los nutricionistas por esta razón.

Dicen que a veces pueden confundir más que mejorar nuestras pautas nutricionales. Que generan alarmismo innecesario. Te la pueden colar también con queso (producto que suele llevar mucha sal), o decirte que una pasta ultraprocesada de colores es pura huerta.

Le pasa algo parecido que al sistema Nutriscore que ha desplegado el Gobierno (un sistema de etiquetado frontal y voluntario para los fabricantes). En este baremo aparece igualmente el semáforo, que divide entre los alimentos más saludables y los menos recomendables, pero por su algoritmo y simplificación intrínseca, una coca-cola zero puede obtener una clasificación de B, o casi muy saludable, y el aceite de oliva, en cambio, cuyas grasas son excelentes, sale mal parado.

Yuka, por ejemplo, saca el grueso de su información de esta base de datos, y ese es uno de los problemas, al menos para aquellos expertos que no están muy conformes con el Nutriscore; otros lo consideran, en cambio, "aceptable", y un buen punto de partida. Aplicaciones como El Coco aseguran no utilizarlo por no distinguir entre grasas buenas o malas o por no tener en cuenta el grado de procesamiento de los alimentos.

La otra gran parte de la información de la aplicación Yuka -lo que hace que puntúe mejor o peor- se basa en los aditivos presentes en el producto (y hay críticas también, porque los nutricionistas defienden que los aditivos, dentro del territorio de la UE, los que llevan la letra E, son totalmente seguros). El resto del criterio se basa en que cumpla con la normativa eco, que no siempre es sinónimo de nutricionalmente mejor.

Nutriscore, por ejemplo, permite a veces, según los críticos, que una pizza ultracongelada a la que le añades piña o verdura se convierta por arte mágico-frutal en un alimento mejor valorado en el algoritmo.

Pero si tienen algo de positivo estas aplicaciones es que los consumidores, trasteando con su cámara (no son foodies ni influencers del super, ahora ya lo sabes), emulando a un técnico de sanidad que fotografía cada producto, empiezan a fijarse más en la sal, en el azúcar, en la grasas saturadas de los alimentos que consumen.

Son ingredientes de los que se sigue abusando en la industria, en busca del sabor más palatable. Nos los cuelan a veces en gramos, como bombas con retardador para el organismo, y están en productos que lucen bonitos colores, y con llamadas en apariencia tan inocentes como 'bio' o 'light'...

Estas apps, sin embargo, siempre que sepas que no son fiables al cien por cien, facilitan el acto de detenerse frente al producto, de observarlo como si fueras Sherlock Holmes. Sé que hay gente que las usa principalmente para los cosméticos (Yuka también los valora con su semaforito), porque tenemos poca información -menos incluso que con los alimentos- sobre los ingredientes que llevan las cremas. Tampoco, por cierto, los dermatólogos parecen estar muy de acuerdo con sus conclusiones.

Y tampoco, por otro lado, estamos inventando la rueda. Los nutricionistas hace tiempo que tienen una aplicación mental que parece bastante fiable. Si viene empaquetado, desconfía más. Cuántos más ingredientes haya en su etiquetado, peor.

La aplicación cerebral te dice que lo sano será lo fresco, lo que está entero, lo que pelas y cortas tú, lo no procesado. Si vas a la sección de frescos, casi seguro que no te equivocas.

El problema es que lo 'sano' y 'fresco' está hoy más caro que nunca, y esto debería llevarnos a todos a dejar de mirar la aplicación para hacer una reflexión colectiva.

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