El repartidor de periódicos

Vamos a contar mentiras, ABC

Vamos a contar mentiras, ABCNos hemos acomodado tanto a la cultura del fango informativo por una parte, y a la granhermanización constante del debate político por otra, que a  nadie ha sorprendido en exceso que un presidente del Gobierno haya tenido que salir a llamar mentiroso al decano de los grandes de la prensa española: el ABC.

Se inventó el torcuatiano diario una conversación telefónica entre Pedro Sánchez y la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, mientras esta, que tiene prohibido pisar suelo europeo por una orden comunitaria de dudosa racionalidad, recibía al ministro José Luis Ábalos en el aeropuerto de Barajas.

La invención de ABC estaba sostenida "tanto por fuentes de la oposición venezolana como por fuentes próximas a la vicepresidenta", que es como decir que los periodistas montaron una güija para escuchar a los diablillos que siempre acechan las conversaciones íntimas. Porque lo primero que a uno le viene a la cabeza es la imposibilidad de conseguir y contrastar esa información, salvo que Ábalos y Delcy R. fueran rematadamente estúpidos y se pusieran a gritarle al manos libres en presencia de un enjambre de siniestros mayordomos infiltrados por la CIA y parlanchinas mucamas.

--Coño, Pedro. Que me dice José Luis que no me dejáis marcarme un capilso en el Host Club de Ferraz entre vuelo y vuelo.

--Que no puedes pisar suelo europeo, Delcy, por no sé qué carajada de los derechos humanos.

--Pero si yo soy la Fred Astaire caribeña, Pedrito. Cuando bailo no toco suelo. Dile al jala mecate de tu amigo que yo de España no me voy sin echar un baile, que estoy burda de caliente, Pedrito, hijo.

Y en este plan. Eduardo Inda no está solo.

Vamos a contar mentiras, ABCLe dan a uno ganas de ponerse a pontificar sobre lo vergonzoso que es que un periódico de tan rancio abolengo ande contando mentirijillas para revolver al país, y añadir que ABC está mancillando su impecable historia. Pero basta con ir a la hemeroteca para comprobar que esa historia no es tan venerable: llamar a Hitler y Mussolini "hombres de buena voluntad" fue quizás un pelín exagerado.

Suena cutre admitir que nuestro presidente tenga que dedicar parte de su tiempo y de sus ruedas de prensa a desinfectar de bulos la prensa española: "Reivindico el buen periodismo y eso es una mentira y es absolutamente falso. Da la sensación de que la mentira se ha confundido con el periodismo". Pues a buenas horas te vienes enterando, chaval.

La mentira goebbelsiana se ha instalado en el cajón de nuestra prensa de derechas donde antes se guardaban los difusos principios deontológicos, y el sano deporte de salpicar mierda no solo enfervoriza a los suyos, sino que te asegura un sueldito como tertuliano en cualquier cadena televisiva o radiofónica de apariencia progre y plural. Olvidan, quizá, que la pluralidad no consiste exactamente en dar voz a los mentirosos. Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca.

Me emputeció un poco más el hecho de que, en su rueda de prensa, Sánchez omitiera citar al ABC como pergeñador de la calumnia. Hay que señalarlos y avergonzarlos ante la opinión pública, con sus nombres y apellidos, con su talla moral y sus dudosos atributos éticos, con su evidente empeño en alimentar con la mentira infinitamente repetida el crecimiento neofascista de Vox.

Además, no sé qué delito anidará en una conversación telefónica entre nuestro presidente y una vice de cualquier país, y menos aquí, donde nuestros inviolables jefes de Estado gustan de compartir mantel y negocietes con los sátrapas saudíes que degollan homosexuales y lapidan a mujeres que se sueñan libres. En un país que juzga a tuiteros y raperos, no desentonaría ver a más de un periodista justificando ante el juez sus excesos imaginativos. Y ya sería grandioso que se sentaran en el banquillo bajo la batuta denunciante del gobierno. Porque, si no se para esta ola falaz, vamos a acabar con Ortega Smith&Wesson como ministro de Defensa. Al tiempo, chicos y chicas de la buenista moderación. Recordad que, como dijo el mejor epigramista del Congreso, Rafa Mayoral, solo tenemos dos mejillas.

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