El repartidor de periódicos

Esclavo del papel

Esclavo del papelVoy a empezar este artículo casi despidiéndome de vosotros, oh abnegados lectores, porque mañana le voy a decir a mi directora que esto de leer y analizar los periódicos de papel o me lo pagan en plan Messi, o me retiro.

Analizar por qué el segundo periódico del país lleva varios días abriendo su portada con unos chats de un teléfono robado, cuando todavía mueren gentes por la pandemia, es maltrato laboral.

Como es muy de noche, y Eduardo Inda representa a la España que madruga, no mandaré hasta mediodía mis quejas a  OKKK Diario, denunciando al diario Público por semejantes abyecciones contra los derechos del colaborador. Virginia P. Alonso, mi directora, tiene nombre de Estado confederado, y se le nota. En lo esclavista.

El periódico El Mundo abrió su portada anteponiendo este titular a todo lo que está pasando. A todo lo que nos está pasando. "El fiscal dice que parece una estrategia política, que así no lo puede enganchar". Un fiscal dice que parece que no lo puede enganchar. Yo no sé dónde han aprendido gramática los fiscales, pero conozco a chonis que hablan mejor. Otro titular de portada dice que Podemos sabía en 2016 que el caso Dina no era un asunto policial. ¿El caso Dina? Esta gente confunde el Watergate con la gatera del water. Vaya periodismo.

Es una entrega más de una serie de reportajes sobre cómo Pablo Iglesias, El Anticristo, además de estar vicepresidiendo el Gobierno, está minando nuestra democracia. Y no. No hay cloacas del Estado policiales, mediáticas y judiciales contra Podemos. En unas pocas frases os lo voy a demostrar.

Os pongo en antecedentes. Poneos bien las mascarillas, pues no solo puede contagiar, sino que apesta.

1.- En noviembre de 2015 le roban a Dina Bousselham, colaboradora de Pablo Iglesias, un móvil con chats informales de gente de Podemos y fotos íntimas de la perjudicada (para los más gilipollas, os recuerdo que tener fotos íntimas en el móvil no es pecado).

2.- La tarjeta de ese móvil es enviada un mes después a la hoy desaparecida revista Interviu. Que decide no publicar nada por su inexistente peso informativo.

3.--Otro mes después, en enero de 2016, Antonio Asensio (presidente del grupo Zeta, revista Interviú, El Periódico de Catalunya, etc...) llama a Pablo Iglesias y le entrega la tarjeta.

4.--En febrero o abril de 2016, el director de Interviú, Alberto Pozas, le entrega una copia de esa tarjeta de móvil al comisario Villarejo (no hay cloacas del Estado, ya dije). Cuando detienen a este último, los investigadores descubren en los ordenadores del ejemplar funcionario público, el tal Villarejo, copias de la tal tarjeta.

5.--En julio, OK Diario, de Eduardo Inda (que tampoco tiene que ver con las cloacas del Estado), publica las conversaciones de los chats de esa tarjeta, donde lo más relevante es que una abogada insinúa que un fiscal le ha dicho que tal y cual, y que Pablo Iglesias amenaza con quemar o no sé qué a una tal Mariló Montero, que creo que es una señora que daba las campanadas en el fin de año de televisión o presentaba un presunto informativo matinal o algo así. Todos vosotros habéis escrito barbaridades semejantes en chats privados. Decir en un chat o en una borrachera familiar que vas a matar a alguien no es delito, que se sepa. Salvo si eres de Podemos. Qué miedo les tienen.

¿Cómo se pueden aceptar judicialmente unos chats, y no las grabaciones de un ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, diciendo a un funcionario manipulador que mienta sobre Podemos y el independentismo catalán? La marca España te lo afina. No hay cloacas del Estado.

En aquellos chats, la abogada de Podemos aseguraba que un fiscal le había dicho, extraoficialmente, que todo estaba muy bien para Podemos, y que tenía todo controlado. Lo que dicen habitualmente los abogados a sus clientes. No hay otra prueba que ese chat.

Y yo, pensando en esto, recordé una anécdota que me sucedió hace muchos años, en 1998, con varios periodistas, entre ellos el reportero de El País Xosé Hermida y el fotógrafo X. M. Albán. Acababa de suicidarse Ramón Sampedro. ¿Os acordáis? Tetrapléjico. Durante años intentando que le otorgaran el derecho a la eutanasia. No quería vivir más. Parafraseando a Neruda, se había cansado de ser hombre.

Había un montón de guardias civiles que parecía que buscaban imputar a Ramona Maneiro, su amiga, rapiñando pruebas en su casa para saber si había sido ella quien le había proporcionado el veneno a Ramón para suicidarse. Ayudarle a morir dignamente era, y es, delito.

Los guardias civiles iban y venían, y un enjambre de periodistas los perseguíamos, y teníamos que dividirnos porque nos intentaban despistar. Así que los periodistas de El MundoEl País acordamos un plan de colaboración para evitar que los picoletos nos trastearan. Rodeando los caminos de salida de la casa de Ramona Maneiro, una casa rural medio apartada, cada uno de los periodistas nos colocamos estratégicamente y seguíamos a los picos, colaborando entre nosotros, para que no se nos escaparan. No es que fuéramos chacales informativos. Es que, conociéndola o no, todos queríamos que a Ramona Maneiro no se la condenara por ayudar a un ser humano a morir dignamente.

Hablábamos habitualmente con el tío que nos quería despistar. Un alto cargo de la policía judicial de la Guardia Civil. Que un día, tan harto de nosotros como humano, nos dijo, saltándose todas las normas, protocolos y legalidades estúpidas:

--No os preocupéis. Tenemos que hacerlo así. A Ramona no le va a pasar nada. Nadie la va a acusar de nada--todos sabíamos que había ayudado a Ramón a morir.

Las conversaciones informales entre policías, jueces, fiscales, acusadores, defensores y periodistas son habituales. Y muchas veces se usan para deslizar impresiones o informaciones verdaderas o falsas. Es el mercado, amigos. Lo único reprochable a Podemos es que sean tan parvos como para plasmarlas telefónicamente, cual adolescentes que piensan que sus padres no les van a espiar el wasap. De verdad, eso hay que hacérselo mirar, pequeños. Sobre todo cuando sabéis que las mofetas están deseando informar de que oléis mal.

Que un fiscal le diga a un abogado o a un periodista una chorrada así es normal. Pero estos acusadores ni siquiera tienen constancia de si el fiscal dijo algo a la abogada de Podemos o no. Solo tienen una captura de pantalla. Y, sobre todo, es un tema tan poco importante en estos tiempos, y en otros, que es que ya no me quedan fuerzas para escribir sobre estas chorradas. Que después los cacerolos de las nueve de la noche repetirán. Millones de cacerolos propalarán en estos días que Pablo Iglesias maneja la Fiscalía, porque lo han leído en El Mundo. Por una captura de pantalla de una abogada que cuenta sus fantasías --o no fantasías-- para venderse mejor.

El Rey, Díaz Ayuso, Aznar el de las armas químicas, M. Rajoy el de Bárcenas, Felipe el de los GAL, Felipe VI el de la herencia sucia... ¿No son estos temas un poco más interesantes que el móvil robado de una señora? ¿Por qué no salen más estos temas sobre jefes de Estado y presidentes corruptos en estos periódicos? Y es que, al final, me paso el día escribiendo chorradas, que es sobre lo que escriben nuestros despisteros y grandes periódicos.

A ver, jefa. ¿Cómo no me despides ya de este ingrato trabajo? Prefiero escribir para los cacerolos. La cacerolada es la prosa poética del español medio. Informativamente, es mucho más fácil defender una cacerolada que un argumento. Los timbales se han impuesto a los violines. La tos del público se valora más que la orquesta.

Es mucho más rentable esparcir mierda que recogerla. El único pero es que, como periodista, me enseñaron a recoger mierda, no a esparcirla. No sé si me he explicado. Es la primera vez que le recomiendo esto a los amigos: no leáis. Los periódicos pequeños somos menos, y tenemos menos dinero. No seremos capaces de pelear contra tanta estulticia. Contra tanta mendacidad mediática. Contra tanta estupidez lectora. Y no os peleéis tampoco en los bares. También perdemos. No sabemos pelear, solo hablar. Comunicar. Informar. Es consejo de un amigo que nunca os daría un consejo. Si no fuera innecesario.

 

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