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Diarreas y machismos borbónicos

Diarreas y machismos borbónicos
Portada de 'El Mundo'.

Nos sale en la portada de El Mundo de hoy un excelente reportaje muy largamente titulado: "Letizia, la joya de la Corona a la que solo dejan brillar con la moda pese a su talento para comunicar".

Haciendo acopio de voluntad y arrojo me lancé a devorar esta joya literaria que firma Eduardo Álvarez, y hete aquí que el extenso reportaje no incluye la única palabra que uno espera encontrar indefectiblemente en un artículo de esta temática. La más que extensa crónica sobre las dotes comunicativas de esta mujer, convertida en florero por Zarzuela, elide la palabra machismo. 

El ditirambo periodístico de El Mundo, por si no estáis familiarizados con los asuntos intestinos de la Corona, nace de una diarrea, y en este caso no estoy hablando en sentido figurado. "La Princesa Leonor abandonó este sábado el pueblo ejemplar de Cadavedo a mitad de visita, después de encontrarse indispuesta a causa de una gastroenteritis", nos informaba del coprológico suceso el ABC.

Pues no será tan "ejemplar" el pueblo de Cadavedo cuando ha permitido airear públicamente la cagalera de la que hoy es nuestra más ilustre borbona. Esto de los "pueblos ejemplares", por cierto, suena más a NO-DO que a súper periódico del siglo XXI. Pero así son los cayetanos, potenciales lectores del diario si los cayetanos leyeran.

De cagaleras borbónicas hemos tenido los españoles más de una noticia a lo largo de nuestro glorioso devenir histórico. La que llevó a Juan Carlos I a Abu Dabi huyendo del fisco y de los judeomasónicos fiscales europeos es de las más aromáticas, quizá por su proximidad, pero no eclipsa la huida en orinal de plata de su abuelo Alfonso XIII tras las elecciones municipales de 1931. Qué buen tránsito intestinal tuvo la historia de España aquella mañana. Podría seguir enumerando cagaleras de borbones huidizos hasta dejar seca a Nieves Concostrina, pero no es objeto de esta columna ilustrar, sino divertir.

Lo que nunca habíamos disfrutado los españoles es de una cagalera borbónica tan explícita e inmediata, tan ejemplar como el pueblo de Cadavedo, que, en cuanto la princesa corrió al tigre de un bar para aliviarse, se arremolinó alrededor de ella para hacerse fotos (tras el trance intestinal, quiero suponer).

Y ahí Letizia tomó el mando de la situación, improvisó una sincera disculpa y sustituyó a su hija en el acto de nombrar Pueblo ejemplar del año a la pedanía de Cadavedo.

"--Maravillosa.

--Qué barbaridad de dotes de comunicación, de oratoria y de voz. De forma llana, cercana y clara.

--Es hipnotizante escucharla hablar...--. Son sólo algunos de los muchos comentarios [sobre la reina] que inundaron Twitter el pasado sábado" --se admira el cronista palatino de El Mundo en su florilegio a Letizia.

"La comunicación en la dinastía sigue siendo extremadamente encorsetada", excusa nuestro fiel vate y vasallo el hecho de que a Letizia no la dejen hablar casi nunca (y esta vez saliendo desde el banquillo). "La dinastía sigue siendo extremadamente machista", viene a decir El Mundo, pero sin mentar al coco.

"La Reina sigue siendo a estas alturas el diamante en bruto de la Corona", postra Eduardo Álvarez su inspirado teclado ante el zapatito de cristal. Y pasa a entrevistar a algunos expertos sobre la oratoria letiziana, en busca de la moderna Demóstenes que se adivina.

Este largo párrafo lo analiza en profundidad: "Doña Letizia ha acabado llevando su margen de innovación e impronta al vestuario. Comunica también a través de la ropa. Aunque peca de excesos como los de las últimas semanas, tanto con el vestido con el escote que dejaba ver toda su musculada espalda, como con la llamativa falda con el enorme agujero. Porque acaba provocando que sólo se hable de modelos, justo algo que a Doña Letizia ni le gusta ni le conviene si de lo que se trata es de que el diamante en bruto sea valorado como es debido".

Decirle esto a una reina mientras su princesita sufre cagalera no es de caballeros, maese Álvarez. Aunque sea verdad.

Uno ya no sabe si es censura o finezza esto de no escribir la palabra machismo en un reportaje que habla de machismo. De machismo en la más alta institución del Estado. Desde un punto de vista meramente estético, me parece más elegante hablar de machismo que de principescas diarreas. Vaya cortina de humo. Los designios de los cronistas borbónicos son inescrutables.

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