Sobre el tapete

20-D. Dos notas y un responso

La convocatoria electoral del próximo 20 de Diciembre es la de mayor complejidad y la que dejará más moribundos y cadáveres políticos desde las celebradas el 15 de junio de 1977 (aquel día se jugaron muchas cosas y la "sopa de letras" de partidos se redujo drásticamente).

Nota 1. La clave catastrófica y la segunda oportunidad

Desde la restauración borbónica en la persona de Juan Carlos I, todos los cambios de partido en la presidencia del gobierno español han sido consecuencia, más o menos inmediata, de episodios catastróficos o de extraordinaria envergadura, de sucesos inesperados, o un poco de cada cosa. Siempre algo excepcional sucedió. Ha sido una norma inexorable. Catástrofe y cambio. Así hasta cuatro veces. Entremedias, ningún suceso de excesiva gravedad.

El primer relevo se produjo con la salida de UCD del poder para dejar paso a Felipe González y su PSOE en 1982. El golpe de Estado del 23 de febrero (pero también la deriva cainita del partido gobernante y sus errores) había preparado la liquidación de la Unión de Centro Democrático. Las elecciones sólo la certificaron.

González y los socialistas fueron enviados a la oposición con el estigma de la corrupción (Filesa, Roldán, los negocios de la beautiful people, Juan Guerra, fondos reservados y un largo etcétera) y del terrorismo de Estado (Gal).

Llega al poder el Partido Popular, el más genuino heredero y representante del franquismo sociológico, con José María Aznar. Autolimita su mandato a ocho años y nombra sucesor a Mariano Rajoy. Pierden las elecciones por su intento de utilizar políticamente la matanza de Atocha, una brutal acción terrorista de una magnitud extraordinaria, imprevista, queriendo  eludir asociaciones culposas con la guerra de Irak.

El siguiente cambió no dejó de ser consecuencia de la mayor crisis económica mundial en casi 100 años; cogió de lleno a Rodríguez Zapatero y dejó a los socialistas sin programa y sin argumentos. Rajoy lo supo aprovechar ganando las elecciones.

Ahora el partido gubernamental tiene, no uno, sino al menos tres problemas graves, envueltos en un aroma de fin de época. La economía no se ha recuperado, sus escándalos de corrupción parecen no tener fin y siguen fluyendo incluso durante la campaña electoral, y Cataluña... ¿El panorama es suficientemente  catastrófico  como para poner fin a esta etapa y provocar un nuevo cambio?

Pero hay otra "norma" establecida desde 1977 por el electorado, tal como me lo hacía notar recientemente el analista electoral Jaime Miquel. Los españoles siempre han dado una segunda oportunidad al partido en el poder.

Así fue con Adolfo Suárez. En las primeras elecciones, 1977, venció sin alcanzar la mayoría absoluta por unos pocos escaños. Le dieron la segunda oportunidad, con más o menos el mismo número de parlamentarios, aunque aquello acabó como el rosario de la aurora. Felipe González revalidó su victoria con mayoría absoluta en la segunda oportunidad (184 diputados). A José María Aznar también se la concedieron con mayoría absoluta (183 escaños); y a José Luis Rodríguez Zapatero sin mayoría absoluta (164 parlamentarios). Los cuatro vieron respetada esta "norma no escrita" de la segunda oportunidad. ¿Qué pasará con el quinto, con Mariano Rajoy?

¿Qué norma prevalecerá?: ¿la de la segunda oportunidad o la del cambio catastrófico? Si vale la primera, Mariano seguirá en la Moncloa. Si el futuro lo marca la segunda, depende, porque es una norma relativa. ¿Cuándo una situación catastrófica es muy catastrófica y cuándo es una catástrofe llevadera?

Si Rajoy gana, como apuntan las encuestas, habrá sido decisiva la norma de la segunda oportunidad. Si solo gana por mayoría simple, muy lejos de la absoluta (pongamos que sin superar los 130 escaños) los votantes le habrán dado la segunda oportunidad, pero muy maniatado. Esto último parece muy probable. Pero si el PP pierde o aún ganando no forma gobierno, atención, porque querrá decir que la catástrofe es mayúscula.

Nota 2. Nueve combates electorales en uno

La complejidad de estas elecciones se puede desmenuzar en los combates electorales que se están dando en relación a nueve ejes socio-políticos diferentes. Todos ellos están, por su naturaleza, entrecruzados y parcialmente solapados, pero no son exactamente lo mismo.

Se pueden distinguir cinco combates novedosos, uno adormecido, dos excitados y al último le llamaremos clásico. Veámoslos, no necesariamente por orden de importancia.

Los ejes novedosos

Bipartito vs pluralidad de partidos. Nunca hasta ahora en unas generales los dos principales partidos han sumado menos del 50% de los votos, como ahora pronostican las encuestas. Los dos partidos principales han gobernado España ininterrumpidamente desde 1977, uno por la derecha y otro por la izquierda. El electorado parece dispuesto a romper con este monopolio del bipartito. Podemos y Ciudadanos, los nuevos, pueden sumar los 150 escaños, por encima de cualquiera de los dos partidos del sistema por separado. No había sucedido nunca tal cosa. Y no es muy probable que se repita sin cambios en la actual normativa electoral que sobrerrepresenta a las provincias menos pobladas (y más conservadoras) a costa de las más populosas (y progresistas).

Sistema electoral bipartidista vs pluripartidista. El bipartito reinante hasta ahora ha sido posible por un sistema electoral que ha beneficiado con suculentas primas electorales a los dos partidos de ámbito nacional más votados, favorecidos asimismo por el voto útil. Por primera vez, el electorado se atreve a respaldar a otros competidores y desafiar la lógica del voto útil (gracias a las encuestas) hasta el punto de romper con los objetivos propios del sistema electoral vigente. Pero si no se quiere que esta ruptura sea flor de un día o de una sola legislatura, habrá que cambiar la legislación electoral para mejorar la proporcionalidad. Quizá no haya otra oportunidad.

Abajo vs arriba / Sistema vs enfrente. El 15-M con su "no nos representan" cuestionó el sistema político español nacido en el último cuarto del siglo XX organizado alrededor del negocio del combate prefabricado entre derecha-izquierda y de los partidos beneficiados por la normativa electoral; en este momento y para muchos, un combate estéril y tramposo. Los que se sentían de abajo, se pusieron enfrente. La gente común frente a la "casta" y sus privilegios. Las dimensiones alcanzadas por el paro, la pobreza y los desahucios, los recortes sociales y laborales y la corrupción generalizada y protagonizada por los principales partidos, así como la soberbia y la impunidad de los poderosos, han colocado al sistema en su conjunto en la diana del hartazgo popular. La abdicación de Juan Carlos I es una buena prueba de la gravedad de la enfermedad del régimen y el revolcón electoral al bipartito será otra. El 20-D,  este eje socio-político, inexistente antes, explicará una buena parte de las conductas electorales.

Lo nuevo vs lo viejo. Lo nuevo se organiza a partir de los partidos nuevos o de los partidos que saben parecer nuevos. Podemos es su más genuina expresión. Su presentación en sociedad se produce en las elecciones europeas de 2014; apenas ha pasado un año y medio y esta formación está disputando, incluso y al menos, el segundo puesto el 20-D, sin renunciar al primero. Ciudadanos, el Podemos de la derecha, tal como fue requerido por un líder del IBEX 35, también se posiciona en el territorio de lo nuevo, de la nueva política, a pesar de que su fundación data de 2006; hasta hace poco limitado a Cataluña (hay que tener presente que existía UPD), sus recientes éxitos autonómicos los han catapultado y convertido en una posible rueda de recambio del Partido Popular. Lo viejo va camino de salir malparado el 20-D. Dejando aparte al bipartito, la lista es larga: UPD, CDC, IU, UDC... Pero también PP y PSOE, las viejos con más éxitos acumulados, van camino de un tropezón extraordinario... y con ellos una forma de hacer política.

Los jóvenes vs los mayores. Como anticipó el analista Jaime Miquel, ya hace más de dos años, el electorado nacido a partir de los años 70 está protagonizando el combate para jubilar el bipartidismo, el bipartito y la vieja política, se ha puesto enfrente para liquidar el sistema del siglo XX y desplazar a las generaciones anteriores del poder político. No se conforman con menos, y Podemos y Ciudadanos se nutren de este segmento, mientras PP Y PSOE gestionan a la desesperada el pastoreo de los mayores.

Un eje adormecido. Poder eclesiástico vs laicismo. La Iglesia permanece silenciosa ante estos comicios. El nuevo Papa y la nueva Conferencia Episcopal han preferido un perfil discretísimo; mientras, probablemente, busca a sus futuros nuevos interlocutores. El debate no ha saltado con virulencia a la calle como sucedió con el aborto durante la etapa de Rouco Varela, pero hay partidos que proponen revisar el Concordato y algunas cosas más... Si Ciudadanos mantiene su actitud laica y Podemos no se arruga, la relación de fuerzas en el Congreso puede ser muy distinta a la habitual hasta ahora.

Dos ejes excitados

Políticas socioeconómicas neoliberales vs Políticas contra la austeridad y los recortes. Imposible resumir más el conjunto de elementos que intervienen en las propuestas económicas de las opciones que concurren el 20-D; pero en líneas generales parece claro que los diagnósticos, las recetas y los objetivos de unos y otros son muy diferentes. Quizá solo hace cuatro años, en plena crisis, la economía tuvo un papel tan determinante en unas elecciones como lo está teniendo ahora; ni habían habido tantas alternativas con posibilidades de ganar donde elegir. En otros momentos, el eje económico formaba parte, indiferenciado, del inevitable eje izquierda-derecha, por otra parte perfectamente previsible. Ahora pesará mucho que el Partido Popular haya hecho lo contrario de lo prometido en su programa y en el debate Rajoy-Rubalcaba de 2011, así como la modificación radical de la política económica de Zapatero en 2010 y su cambio constitucional con el artículo 135.

Recentralización vs descentralización. La cuestión catalana ha activado, ha excitado, el debate ancestral entre los partidarios de amarrar la centralización del poder y los defensores de su descentralización, que en su grado máximo se produciría con la independencia. Pese a tratarse de un debate con raíces en un remoto pasado, lo cierto es que, salvo en 1977, las elecciones generales no fueron el escenario principal para tratar este asunto. Esta vez es muy diferente y ahora el proceso catalán está en la agenda electoral de todos. Habrá parlamentarios catalanes en Madrid para negociar la independencia por las buenas; obviamente, serán minoría. Habrá un partido que propondrá la tercera vía con aires federales, con escasa probabilidad de éxito. Los parlamentarios más numerosos estarán de acuerdo en recentralizar tanto como sea posible, empleando la legislación de baja intensidad o con reformas constitucionales. Incluso un grupo parlamentario se ha comprometido a convocar un referéndum vinculante si son Gobierno; pero lo tiene difícil... El partido Popular es probable que esté en condiciones de bloquear cualquier reforma constitucional; es uno de sus objetivos para el 20-D.

El eje clásico. El combate izquierda-derecha. El negocio electoral durante las últimas décadas  se ha sustentado en un combate entre el Partido Popular (a la derecha del ring) y el PSOE (a la izquierda). El eje izquierda-derecha ha subsumido el debate político y lo ha reducido a dos grandes alternativas. Cuando un elector compra uno de los tickets, compra muchas propuestas en una encerrada en una etiqueta ideológica. El votante ha estado apoyando decisiones potencialmente dispares: una concreta política económica y fiscal, una laboral, una hidráulica, una energética, la penalización o despenalización del aborto, una política penitenciaria, los servicios públicos, el modelo de enseñanza y un larguísimo etcétera;  opciones que pueden ser contradictorias entre sí para muchos votantes. Un todo en uno, con un electorado demasiado despreocupado y muy predispuesto a delegar en los políticos las decisiones de todo tipo sin ser nunca consultados. Menciono de nuevo a Jaime Miquel porque para este analista político el negocio clásico de la derecha-izquierda muere el 20-D, tal como expone en su "La perestroika de Felipe VI". Probablemente tiene razón. Podemos está intentando evitar que los encasillen en el frente de la izquierda y evita definirse en este sentido (y ha huido de la confluencia con Izquierda Unida). Ciudadanos juega, con recursos varios a ser de centro. Pero Podemos se está llevando un buen cargamento de votantes procedentes del PSOE y Ciudadanos recolecta entre los del PP. O sea, el viejo eje izquierda-derecha puede estar muriendo pero se reproduce asomando otro nuevo.

 Un responso

Los electores el 20 de diciembre licenciarán, quizás y al menos, a dos partidos políticos. Unión, Progreso y Democracia es un firme candidato a quedarse sin representación parlamentaria y desaparecer camino de los libros de historia. Sus concejales y diputados autonómicos tendrán que buscarse la vida. Tal vez Ciudadanos los valore. No andan sobrados de meritorios.

Unió Democrática intenta en Catalunya que Duran i Lleida de nuevo disponga de asiento en el Congreso y de residencia en el hotel Palace, ambos en la Carrera de San Jerónimo. Las encuestas apuntan a que va a ser que no. Seguramente pesa en contra suyo que en sus largos años de representante parlamentario de CiU y de Artur Mas en Madrid no haya logrado el menor éxito en su empeño. Su resurrección política puede ser más probable como ministro en un próximo gobierno español.

A estos probables cadáveres políticos, habría que añadir los que pueden quedar tocados o moribundos. En general, son candidatos a ello todos los asociados a la vieja política. Los que sean: descansen en paz.

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