Rosas y espinas

"La mamandurria", canción del verano

 

"La mamandurria", canción del veranoUna vez más, lideresa, su labia nos ha recordado que todos somos contingentes pero usted es necesaria. No contenta con gobernar Madrid incluso mejor de lo que dios manda, con hacerle la oposición a Mariano cuando Rubalcaba se pone pactista, y con ser condesa que pasa frío a fin de mes, que debe ser lo más engorroso, nuestra esperanza, Aguirre, nos ha ofrecido a los poetas patrios el título de la canción de este verano: La mamandurria.

Como es muy posible que muchos de los lectores de este periódico rojo de mierda no hayan tenido el empuje y el coraje para estudiar en un colegio de pago, y se expresen desde el minifundio léxico, habrá primero que explicar que una mamandurria es una prebenda, un sueldo por la jeta, una ganga desmerecida, una sinecura.

"La mamandurria", canción del verano"Los subsidios, subvenciones y mamandurrias tienen que acabarse", fue lo que dijo la lideresa el lunes. Lo de los subsidios no va conmigo ni con ningún otro trovador. Supongo que se refiere a los parados, los ancianos, los huérfanos, los enfermos y los discapacitados que están chupando del bote. Tomen nota. Es su problema. Lo de las subvenciones irá por los sindicatos, partidos, museos, auditorios, editoriales, periódicos y ONGs. Otros piernas. Pero las mamandurrias, las mamandurrias solo pueden ser patrimonio de los juglares, con su sonoridad a bandurria y sexo oral, con su arcaizante quevedismo, con su casi no estar en el diccionario.

En cuanto nuestra Generalísima autonómica exhaló la palabra mamandurria por sus labios aclavelados, supe que, como poeta, se me había signado una misión. La de escribir la canción de este verano: La mamandurria.

El tema de la canción del verano no es baladí. Como todo el mundo sabe, las más altas distinciones que puede alcanzar un intelectual español solo son accesibles por dos vías: poniéndole letra al himno nacional, para cantarlo antes del fútbol y de las reconquistas de Perejil, o escribiendo la canción del verano. Dejémonos de églogas.

El himno español es casi imposible de letrar, pues su delicada dodecafonía, y lo aterciopelado de su evolución tonal, invitan más al cursileo pastoral que a la exaltación de una patria gloriosa y rescatada como la nuestra. Sería peor que ponerle letra a la irritante precisión de las Variaciones Goldberg. O casi.

"La mamandurria", canción del veranoPero la canción del verano es otra cosa. La canción del verano, en España, siempre ha sido canto avant-la-lettre, anuncio de tiempos nuevos, partitura de futuro, trémolo de modernidad. A finales de los 60, Manolo Escobar denunció con una canción de verano, Mi carro, los peligros de la sobreindustrialización y del Seiscientos. Con lo bien que estábamos de santos inocentes con nuestra milana bonita y nuestro carro. Pero España no comprendió a Manolo y se compró el Seiscientos. Y así nos fue.

En los irascibles 80, Georgie Dann abría las puertas a la cultura del pelotazo cantándonos El chiringuito, un himno que en España todavía permanece vigente, y aun se tararea mucho en los solemnes consejos de administración de las cajas de ahorro y en los plenos de las diputaciones provinciales.

"La mamandurria", canción del veranoPoco más tarde, cuando nuestros ricos se inventaron la burbuja inmobiliaria para después robarnos por encima de nuestras posibilidades, se necesitaba mano de obra extranjera para enladrillar dicha burbuja, y surgió el Mami qué será lo que quiere el negro. El efecto llamada de esta canción fue impresionante. Vinieron de África, de Sudamérica, de Filipinas y de otros allendes un montón de esclavitos de color a construir aeropuertos sin ruidos, como el de Castellón, y hoteles Algarrobicos. Y hoy estamos pagando aquellos polvos con los lodos de una Selección sub-21 plagada de españolitos mulatos y otros contradioses.

Ahora Nuestra Esperanza nos insta a los poetas a que escribamos una letra para La mamandurria, en plan canción protesta, que conciencie al populacho y a la grey de que cobrar el paro es de vagos, de que subsidiar las sillas de ruedas de los inválidos es rodar por encima de nuestras posibilidades, de que los pequeños oligarcas analfabetos se la jugaron ellos solos al invertir en preferentes, y de que los achaques de los viejos son un cuento para ir a perder al tute en las salas de espera de la seguridad social con el agua gratis. Todas estas mamandurrias han abocado a nuestros bancos, despellejados tras hacernos millonarios a todos, a solicitar un rescate europeo. Y eso ya es inadmisible.

"La mamandurria", canción del veranoEscribiré esta letra en honor de Nuestra Esperanza: La mamandurria. Las condesas siempre han detestado las mamandurrias. Y a esta condesa, en particular, se la nota tan honrada que nunca se le ha visto meter mano ni en su propio bolso. Aunque tamaña demostración de honradez obligue a que paguemos la ronda de su crisis los demás. Un sacrificio que haremos por España y que nos honra como ciudadanos mientras ella canta:

Dale a tu cuerpo alegría, mamandurria

Duerme en palacios de condesa mamandurria

Cierra hospitales y colegios mamandurria

Heeeeey, mamandurria.

¡Ouops!

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