Uno no es muy de secuestrar, pero no me ha parecido nada mal llegar a mi ciudad, Compostela, y que los de Stop Desahucios hayan secuestrado al niño Jesús del Belén de la plaza del Obradoiro. O sea, que han robado la figurilla del niño Jesús del Belén institucional. Del Belén bueno. Del católico, apostólico y pepero. Insisto en que lo de secuestrar niños jesuses u otro tipo de santidades no es afición ni deporte que me vaya a mí mucho. No acostumbro a matar así mis interminables ratos de asueto, ya que mi pocilga suele estar habitada por alguna que otra dama muy distrayente. Pero esta vez me gustaría haber abandonado mis solaces, vestido de pasamontañas, y secuestrar con los Stop Desahucios a ese niño Jesús, a cualquier niño Jesús de barro y óleo, para decir en YouTube el mensaje que los captores han enviado.
http://www.youtube.com/watch?v=uvQhdA87q7o
Voy a explicarme lentamente, pues la poesía es ardua y yo jamás la poseí. Hace unos días, el Ayuntamiento de Santiago de Compostela instaló un hermoso Belén frente al palacio consistorial. En Compostela gastamos palacios para cualquier cosa. Este sábado, unos desconocidos –encantador adjetivo que nos hace sospechosos a todos-- sustrajeron la adorable figura del niño Jesús del ya mencionado Belén de la Natividad. O sea, que dejaron la natividad sin nativo, evitando una aliteración pero cometiendo presunto delito de hurto, secuestro o rapto. Vamos, que unos choris robaron al niño Jesús del Belén, cojones. Y en el tal Belén solo quedaron José y María.
Posteriormente, los presuntos expoliadores de la adorada figura pidieron un rescate. Se preguntará el cerebralmente hipertrofiado lector. ¿Cómo un rescate? ¿Piden dinero? ¡Qué ignorantes! Todo el mundo sabe que tanto los padres, María y José, como los más fervientes adoradores del Niño, Rouco y Ratzinger, carecen de riquezas terrenales, de dinero, de pasta, de guita, de parné, de peculio, de numismática en general. ¡Si es la iglesia de los pobres! Los raptores no se enteran.
Más desolado quedéme tal que ayer. Cuando los presuntos ladrones, secuestradores o raptores (aun no se sabe) colgaron en YouTube un vídeo (que no al niño) en el que se observaba, a la sombra de un camastro deshecho en una habitación hipodecente, al niño Jesús robado en su cunita. De fondo, la voz de los más que presuntos usurpadores emitiendo, con el habla distorsionada por un complejo ingenio que nos demuestra que solo pueden ser de la ETA (dirá Mayor Oreja), el mensaje siguiente: "Dejamos incompleto el Belén del Obradoiro porque esta Navidad para muchas familias también será incompleta: sin casa, sin trabajo, sin dinero y sin políticos que les representen. Si la política es un chiste, queremos reírnos todos".
Los raptores de la sagrada figura aseguraban en su irreverente vídeo que el niño de barro y óleo reaparecerá sano y salvo (como así sucedió esta madrugada). Y le llaman a Jesús "elemento decorativo". Como si no fueran decorativos todos los que han luchado y luchan por la paz y la justicia universal. Enseguida los convertimos en decorativos cadáveres. Yo no sé si Cristo existió, pero estoy convencido de que lo mataron.
Anoche, cuando llegué a casa, mi perro se estaba comiendo la página 336 de una edición de Círculo de Lectores del Por quién doblan las campanas, de Hemingway. Le dejé a mi perro el libro y me quedé la página rota. Justificaba el protagonista norteamericano la falta de ganas de matar de un guerrillero español con estas palabras: "Es un cristiano. Algo muy raro en los países católicos".
Es cierto que en los países católicos hay muy poco cristiano. Por eso yo querría ser uno de los hurtadores o secuestradores de ese niño Jesús. Qué buen mensaje navideño poner al niño Jesús de los que siempre roban a los pies de la pobre cama del eternamente robado. Del obrero. Del guerrillero que no quiere matar. Y que hasta anuncia en YouTube que va a devolver sano y salvo al Cristo.
Yo no soy cristiano, pero no me importaría serlo un rato. Entre el polvo que soy y el polvo en que me convertiré. Que no son pocos polvos para un tío tan feo. Me pasa que prefiero las ideas a las creencias. Las creencias las heredas. Las ideas las trasmites. Las creencias se expresan arrodillándose ante una cruz o postrándose hacia la Meca. Las ideas se dicen de pie. Yo noto cierta diferencia entre estas posturas. Y siempre hay que elegir las menos cómodas.
Unos ladrones han desahuciado al niño Jesús de su pobre portal de Belén. No es para tanto. Todos los días escucho historias parecidas de desahucios. Todos los días leo que hay niños a los que expulsan hasta de los techos más pobres. Son bromas de la modernidad. Divertidísimas bromas de nuestro progreso. Verdaderísimas bromas muy siècle XXI.
Y sale Angel Rubio, un obispo de Segovia con su voz de vicetiple de forniclub, y nos dice que los suicidios de los desahuciados no están relacionados con los desahucios. Que la gente salta de los pisos para ver si la ley de la gravedad era cierta. Qué curiosidad malsana, con las leyes gravitatorias, tiene la peña cuando la van a desahuciar. Van y saltan. Y entonces, al escuchar a este obispillo, me vuelvo obispófobo y quiero desahuciar al niño Jesús y al niño que llevo dentro. Echarlo de su casa. Porque yo prefiero robar la figurita del niño Jesús y guardarla a los pies de mi cama que devolvérsela a este antropóstata, que no sé qué guarrada irá a hacer con el niño si cae en sus manos. Prefiero robar la figurita sin causar daño a nadie. Lo que no sé es hasta cuándo me durará este prurito de no hacer daño. Porque me están empezando a entrar ganas de tener creencias, y no ideas. Usted comprenderá, señor obispo de voz meliflua, este ataque de creencias que me está dando. Miedo me da que devuelvan sano y salvo el Cristo robado a las autoridades. Por lo que le pueda suceder al niño barro y óleo, señor obispo, si acaso cae en manos de alguien tan piadoso como usted. Mi primer nombre es Jesús. Pero eso no tiene nada que ver.
Comentarios
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