Rosas y espinas

Dale una hostia al periodista

La gente insulta mucho a los periodistas. Y con razón. Los periodistas éramos esa gente que contábamos más o menos la verdad a cambio de unos salarios más o menos dignos, y como cobrábamos una pastita más o menos confortable nunca quisimos revelarle al lector más o menos atento que estábamos permitiendo, más o menos, que nuestros medios de comunicación, ese cordón umbilical entre la verdad y el ciudadano, estuvieran capitaneados por economistas en lugar de periodistas. El economista es el que saca dinero de la mentira. El periodista es el que pierde el tiempo con la verdad. Mezclar las dos cosas es joder la economía y el periodismo. Y las hemos mezclado.

Todas estas tonterías vienen al caso porque el Tribunal Superior de Justicia de Galicia acaba de dictar sentencia a favor de un representante sindical de un periódico al que, más o menos, le pareció imprudente mantener a dicho periodista en la sección de economía por el hecho de pertenecer a un sindicato. Y lo cambiaron de sección. No voy a decir el nombre del periódico ni el del periodista, porque en este asunto de haber jodido la verdad y la deontología y la paz y la palabra estamos todos inmersos, y no es prudente hacer distingos.

¿Qué se nos pide a los periodistas? ¿Qué no tengamos pensamiento? ¿O que no tenganos entendimiento? ¿Por qué pertenecer a un sindicato nos hace inapropiados para escribir de economía? Estamos empodreciendo tanto la verdad que ya cualquier palabra tiene vocación de ser mentira. La ideología, para el escritor, el músico, el cineasta o el periodista, es el punto y aparte: ese espacio en blanco a partir del cual manda el lector. Yo he escrito mucho en periódicos de derechas en los que aun me quieren. Porque no hay mayor espacio de libertad que el espacio en blanco tras el punto final de la última frase. Es un salto al abismo. Pero, despreciable lector, ahí está tu derecho a saltar o no al abismo.

Sé que este artículo es un coñazo. Pero para mí es importante. Si admitimos que un periodista sea apartado de una sección de economía por su filiación sindical, no hay ni punto final ni abismo ni pollas. Hay solo dos cuestiones.

Una: que la filiación sindical del periodista manipule la información.

Dos: que se desee que esa información no sea analizada por periodistas de cierta filiación.

Ya sé que os importa un carajo, pero dejadme decir una grandilocuencia: periodismo es el oficio de convertir en trascendente lo cotidiano. No hay ideologías de por medio entre el periodista y la noticia si el periodista es bueno. Es cotidiano que un hombre mate a una mujer. Es trascendente saber que eso es violencia machista. Es cotidiano escuchar que ella se lo merecía. Es trascendente responder que no. Y es trascencente argumentar todos los porqués: educativos, musculares y casi fisiológicos. El ser humano es tan triste que, si la mujer fuera más fuerte físicamente que el hombre, hablaríamos de violencia feminista. Por eso es tan urgente cambiar el mundo todo el tiempo.

Lo que ha ocurrido con este periodista, al que su periódico le apartó de la sección de economía por pertenecer a un sindicato, es cotidiano y es trascendente. Te mandan a escribir de lo que menos sabes. Te mandan a no tener ideología. Te mandan a ser violento por omisión.

Generalmente, los periodistas acatamos estas condenas, y escribimos de las tonterías más notorias en otras secciones. En este caso no. En este caso, Juan Oliver, periodista y sindicalista, ha recibido una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Galicia que le seguirá permitiendo escribir de lo suyo. Que le permitirá contarle a la gente lo que él piensa de lo que pasa, desde su imparcial parcialidad. Y la gente volverá a leer periódicos, porque la gente ha dejado de leer periódicos desde que los periodistas nos hemos convertido en unos cobardes imparciales, cuando llevamos décadas sabiendo que imparcialidad es sinónimo de cobardía.

Y, una vez despojados de la cobardía, vindicaremos la máxima de nuestra profesión: "Si ves a un periodista, dale una hostia. Si tú no sabes por qué, ya lo sabrá él. O ella".

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