Rosas y espinas

El Principito contra el Príncipe

principitoAnoche, a muy raras horas, estábamos cantando canciones en un bar infecto, bello e irrespirable, y una chica muy chulesca y de ojos nubosos me preguntó.

-Oye, tú te crees que haces belleza, ¿no?

-Sí, claro que hago belleza -le dije con indubitable arrogancia dejando mi guitarra hermosa, vieja, rota y perfectamente afinada en la banqueta.

-¿Y cómo encuentras la belleza? -siguió jodiendo.

-No buscándola.

-¿Y por qué no la buscas?

-Porque la encuentro.

-¿Y dónde la encuentras?

-Donde nunca se ha ido.

-¿Y cómo vas adonde nunca se ha ido la belleza?

-Tropezando.

-¿Y cuándo vas?

-En el instante exacto.

-¿Y cuál es el instante exacto?

-Pues espero que mañana, compañera. No conozco ningún otro día. La belleza anda gilipollas, últimamente.

No ligué, por supuesto. Casi nunca ligo. Los designios de la madrugada son inescrutables. Pero me dio por pensar que quizá viviríamos mejor gobernados por poetas y no por políticos. Sé que repito la idea del artículo de ayer, y seguramente mañana seré despedido de este periódico con toda la razón. Por pesado.

Aunque me queda una bala. La literatura. O sea. Escucha, niña. ¿Si estuviera usted cosmogonizado en una cápsula espacial de plutonio ultraexplosivo, a quién elegiría de capitán de la nave en el momento de explotonizar contra el Planeta de la Nada? ¿Al Príncipe de Maquiavelo o al Principito de Saint Exupéry?

Elija usted a uno de los dos pilotos si se ve en la tesitura de viajar en una cápsula espacial de plutonio ultraexplosivo a punto de explotonizar, mortalmente, contra el feroz Planeta de la Nada. ¿A cuál elige, señorita?

Pues yo, sin duda, elijo al Principito de Saint Exupery como piloto, y no al cabrón del Príncipe de Maquiavelo.

Maquiavelo no solo ignora cómo saltar por las estrellas, sino que además enseña a los gilipollas a convertirse en trepas, torpes y arribistas que brincan solo entre los cardos. Qué mala herencia nos ha dejado el Maquiavelo este. Tan poco denigrado por las inteligencias de bien. Tan poco perseguido. Tantas veces vomitante.

Yo creo que nunca podremos votar al Principito de Saint Exupèry, porque solo se presentará a las elecciones el Príncipe de Maquiavelo. Siempre. Y eso no tiene remedio a no ser que lo remediemos mañana. ¿Pero cuándo es mañana? Para las sociedades muertas como la nuestra, como para los hombres y mujeres muertos hoy, mañana es nunca.

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