Rosas y espinas

O yo soy tonto o el tonto es Wert

wertHa dicho el ministro de Cultura, así, de repente, que la huelga del 24 de octubre contra su ley de educación, si a eso se le puede llamar ley y no hijoputez, es, "se mire como se mire, una huelga política, y las huelgas políticas no están contempladas ni amparadas por la constitución ni por la legislación democrática".

Pues coño, para ser usted de cultura, señor ministro, habremos de decirle los ciudadanos menos letrados que no hay huelgas apolíticas. Que las huelgas no se hacen por afición, ni por capricho, ni por tontería, ni por tricotar. Las huelgas se hacen por política. Contra las políticas. Contra su política. A mí no me gusta insultar a nadie. Pero, cuando me insultan, contesto. Y es que si un ministro me dice que están muy mal las huelgas políticas, es que el ministro me ha salido tonto o me está tomando por tonto. Por lo tanto este ministro es tonto, pues sobrellevando el cargo no tiene ese derecho que se arroga a tomarme a mí por tonto. Con esto no hay vuelta de hoja. ¿Qué se cree este ministro que es una huelga? ¿Un divertimento vespertino de los duques ociosos? Claro que la huelga es política.

Ahora, ya que es el rector de nuestra educación y nuestra cultura, me gustaría que el muy afamado Wert me explicara cómo se hace una huelga apolítica. Dónde y por qué se huelguea si no es por un asunto político. Porque a la gente no le gusta hacer huelgas. No solo es que sean aburridas, es que además no cobras. Este ministro no es tonto. Este ministro se lo hace. Porque si no es inexplicable tanta estulticia.

Eso de que "se mire como se mire, [es] una huelga política, y las huelgas políticas no están contempladas ni amparadas por la constitución ni por la legislación democrática", es para analizar en el psiquiatra o en el gilipollólogo. No en un periódico. Odio escribir esta columna. Odio insultar a la gente, aunque sea al tonto este del ministro. Pero que el tonto este me diga que una huelga es ilegal porque tenga trasfondo político, es insultarme. Así que me arrogo la posibilidad de contestar en los mismos términos. Ministro, es usted más tonto que mear cultura y decir que llueve.

Me siento tan insultado que cojo mi guitarra bellamente rota por los años y me pongo a cantar un poema, una canción, que habla mucho de educación, ministro. Dado que usted ni ha llegado a José María Pemán, dado que la cultura es política y la cultura política tampoco está amparada por la constitución ni por la legislación democrática, se la transcribo aquí.

Y haga usted el favor, a partir de ahora, de asesorarse y ocultar su estupidez con argumentos más o menos razonables. Pues sus palabras siempre son tan estúpidas que hasta a mí me estropean la prosa. Y eso no se lo perdono. Cante esta canción, ministro, porque su ley de educación y sus estúpidas palabras nos vuelven a recordar que esto no es poesía. Esto es política. Lea si sabe, escuche si quiere, y escóndase enseguida, porque cada uno de los versos que vienen serán arrojados contra sus hijos y contra usted. Aunque espero, por el bien de sus hijos, que usted no tenga hijos. Pues saldrían absolutamente incultos y maleducados.

Carne de yugo ha nacido

más humillado que bello

con el cuello perseguido

por el yugo para el cuello.

 

Empieza a vivir y empieza

a morir de punta a punta

levantando la corteza

de su madre con la yunta.

 

Contar sus años no sabe

y ya sabe que el sudor

es una corona grave

de sal para el labrador.

 

Me duele este niño hambriento

como una grandiosa espina

y su vivir ceniciento

revuelve mi alma de encina.

 

Contar sus años no sabe

y ya sabe que el sudor

es una corona grave

de sal para el labrador.

 

Quién salvará a este chiquillo

menor que un grano de avena,

de dónde saldrá el martillo

verdugo de esta cadena.

 

Que salga del corazón

de los hombres jornaleros

que antes de ser hombres son

y han sido niños yunteros.

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