Yo, de mayor, no quiero ser delincuente. Y eso que ya soy mayor. Cuando era un niño y me preguntaban, quería ser butanero, y lo fui. Y algunas damas me agradecieron años más tarde mi abnegada y musculada vocación. Pero no quería ser delincuente. Delincuente me parecía un oficio mal vestido y de mucho escalar de noche por las ventanas, con todo el peligro que eso conlleva. El antifaz, además, me agranda la nariz, y hay ciencias del estilismo que proclaman, no sin razón, que la nariz grande cubierta por antifaz es tan antiestética que suele desembocar en la llamada del asaltado a la policía, con todas las contrariedades que esa llamada trae consigo. Por eso nunca usé mi antifaz.
Yo no quiero ser un delincuente, como lo son Miguel Blesa y José María Aznar. No por nada, sino porque el antifaz me hace la nariz muy grande. Los abogados de este periódico, si los hubiere, me dirán que llamar delincuentes a José María Aznar y a Miguel Blesa es pelín incorrecto. Pero a mí me parece que no. Porque delito es adjetivar a alguien. Y los correos entre Miguel Blesa y José María Aznar demuestran que son delincuentes sustantivos. No llevan antifaz, es cierto. Y eso quizá sea lo que confunde a nuestros muy doctos jueces para no meterlos en el trullo.
Un Aznar que le pide a un Blesa que le compre unos cuadros en Caja Madrid (pública) por 50 millones de pavos, cuando luego los cuadros son tasados en seis, es un delincuente. Un Blesa que se justifica para no comprar los cuadros, es otro delincuente. No sé por qué no usamos las palabras adecuadas cuando las palabras adecuadas son adecuadas. Debe de ser que la Academia de la Lengua no entiende de semántica, y llamarle delincuente a un delincuente le puede parecer delito o no caberle en el alejandrino correspondiente a la mentira universal.
A mí, llamar a Aznar y a Blesa delincuentes no es que me parezca semántico, es que me parece informativo. Y al hijo de Aznar, otro delincuente, chantajista para más señas, lo metería en la cárcel por pelota más que por chantajista. Pero está eso de ser políticamente correcto, y al chantajista se le llama joven empresario, al comisionista ventajoso se le tilda de estadista retirado, y al banquero choricero se le adjetiva gestor. Son las reglas del correcto columnista. Pero ayer me las olvidé en la casa de una novia tabernera que me he echado. Así que pongo lo que le dijo el hijo de Aznar a Blesa, por no comprar cuadros sobrevalorados al 1.000 % para su padre comisionista, y lo que contestó Blesa. Esta conversación puede herir la sensibilidad de quien nunca haya tratado con delincuentes:
-Con los pelos que se ha dejado por ti y han sido muchos, me parece impresentable lo que has hecho o no has hecho –dice el chantajista Aznar junior al jefe de Caja Madrid.
-Puede que seas muy joven para entenderlo: algún día no te explicarás haber escrito ese mensaje. Yo nunca me arrepentiré de haber actuado así, la Caja tiene sus procedimientos, no es mi cortijo. A tu padre nunca le ha decepcionado la seriedad y honestidad de un amigo –contesta el chorizo disculpándose por no satisfacer, desde una caja pública, las veleidades del chantajeante.
Como España va muy bien, la gente no se da mucha cuenta de que la actividad de estos citados delincuentes nos puede hacer daño en un futuro a los españoles de a pie, por mucho que hoy vagineemos en la abundancia. Y entre toda esta opulencia, con todos los mileuristas conduciendo BMWs, es normal que aceptemos los correos de Blesa y Aznar como si no fueran delincuencia desorganizada. Al fin y al cabo, ellos son los padres de nuestra incalculable prosperidad. Gracias a ellos, el salario mínimo de los españoles es el más alto de España. Las pensiones españolas son las más altas de España. Y el índice de paro en España es el más bajo de España. Son datos macroeconómicos que alimentan el optimismo.
La delincuencia de Miguel Blesa y José María Aznar, en este contexto, es lógico que pase incluso desapercibida. Entre tanta bonanza y bienestar, el español medio se alegra de que incluso nuestros delincuentes, confesos por sms, disfruten de sus millones de económica placidez. Hacer la revolución o tildar a los delincuentes de delincuentes, en un clima tan plácido, sería hasta una tontería. Yo nunca llamaría delincuentes a Aznar o a Blesa. Si a algún juez le parece que lo he hecho unas líneas arriba, es que no sabe lo que significa un oxímoron (PP y corrupción hacen oxímoron) o una flagrante falta de estilo literario. ¿Cómo, sin usar una intrincada figura literaria, se les podría llamar a Aznar o a Blesa delincuentes?
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