Rosas y espinas

Mariano y Harpo

viriConcedió el otro día Mariano Rajoy una entrevista muy aclaratoria en la tele, entrevista en la que, en resumen, el presidente del gobierno vino a decir que sigue gobernando como Dios manda. Es lo que más o menos se le entendió entre generalidad y balbuceo. El tórrido manejo de la nada dialéctica es el mayor logro intelectivo de nuestro presidente. A lo largo de su mandato, y van dos años ya, Rajoy ha conseguido convertirse en el creador menos citado de la Historia contemporánea, solo superado por el inefable Harpo Marx.

harpoLo que no se entiende mucho es por qué Mariano Rajoy concede entrevistas. De tanto no decir nada, uno acaba metiendo la pezuña a no ser que sea muy listo. Y a Mariano, entre tanto éter verbal, se le escapó lo de la infanta. "Estoy convencido de su inocencia. Le irá bien", dijo al ser preguntado por la situación procesal de Cristina de Borbón, presunta socia en manejos choriztivos de su esposo, Iñaki Urdangarin. Ahí la lió Mariano, y anda el personal preguntándose cómo sabe el presidente tanto de algo de lo que nada debería saber. La justicia, o sea.

urdanMariano se ha inventado una forma de hablar tan vacua que se podría calificar su actitud ante el pueblo de púdica impudicia. Es tanto afán el que pone para no decir nada, que se le ve el retrato en negativo, pero se le ve. Con la infanta nos ha venido a decir lo que ya todos sabíamos: que a Rajoy le gustan y le ponen los delitos de nuestra oligarquía, doctrina Botín y tal, y que confía en que nuestra justicia sea lo suficientemente injusta como para negar la evidencia y considerar el apellido Borbón un eximente. Es lo que hemos venido haciendo desde la epifanía democrática de los 70 con el apellido Borbón. Y no va a ser Mariano quien rompa con las inercias sesteantes del papanatismo monárquico español. Bueno es él para esas cosas.

Salvando el borbónico desliz, nuestro presidente se revolcó tanto en la nadería durante dicha entrevista que, por momentos, daba la impresión de que anda algo falto de neuronas. Es algo que sucede a menudo. Dirigiéndose a los españoles, Rajoy recuerda a esos padres que descienden hasta la estupidez cuando hablan con sus hijos pequeños. ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? Y al final, harto de tanta idocia, lo que más querría el niño es tener a mano un kalashnikov.

No sé a vosotros, pero a mí esa silencio verbalizado de Mariano Rajoy me irrita. Me parece condescendiente y un insulto voraz a la inteligencia de los españoles, que es poca pero es. Entre la mentira y la vacuidad, que son los dos únicos registros verbales que maneja nuestro presidente, yo me quedo con la mentira. Es más sincera y más respetuosa con el auditorio. Da para chistes de mayor recorrido, como los "hilillos de plastilina" o los "contratos diferidos". Que te mientan es, al menos, una forma de reconocerte. Que te llenen los oídos de éter dialéctico es ofensivo cuando el mundo alrededor se desmorona, Humphrey, cuando hay seis millones de parados, Mariano, cuando 20 familias acumulan tanta riqueza como el 20% de los españoles, según nos acaba de hacer saber Intermon en un informe. Mal momento eligió el presidente para decirnos nada. Uno sigue prefiriendo a Harpo Marx.

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