Rosas y espinas

Endecha por Jimmy el descerebrado

Un descerebrado llamado Francisco Javier Romero Taboada, alias Jimmy, fue a matarse a golpes en los alrededores del estadio Vicente Calderón y lo mataron a él. No sé a qué viene tanta gilipollez recordando que en el fondo era un ser humano. Que si era amigo de sus amigos, que si tenía dos hijos, que si tal (los periódicos no hemos podido encontrar nada más sobre él que pueda ensalzar su vida o su obra).

Pero se ha convertido en un símbolo.

Es como si a Hitler le alabáramos las cremaciones de los judíos, ya que gracias a Hitler existe Israel.

Existe una tendencia bastante asquerosilla a convertir a la víctima en el verdugo, y viceversa. Y eso es lo que está sucediendo con Francisco Javier Romero Taboada, alias Jimmy, 43 años, dos hijos, muerto en una reyerta inexplicable entre descerebrados del Altlético de Madrid y lobotomizados del Dépor. Y no hay que olvidar que el muerto era un verdugo.

Francisco Javier Romero Taboada fue a la orilla del Manzanares a matar y lo mataron. Su personaje no daría ni para uno de los poemas de Lorca menos gitaneros. Ni siquiera por el hecho de haberse ahogado en el río en una noche de luna.

Los ultras de los campos de fútbol, los ultras como el descerebrado Jimmy y los que lo mataron, no son ultras de campo de fútbol. Dos de cada tres días de la semana, cuando no juega su equipo, no están en el campo de fútbol. Están en la oficina del banco, en el periódico, en la enfermería con bata de enfermero, en los juzgados con la toga de jueces, en el Congreso gritando "que se jodan" tras una votación, en el Vaticano clamando contra el aborto y contra el uso de la goma anti-sida. Están en casa.

Están también entre los que quieren matar a un banquero o a un policía.

Entre los que dicen luchar por una patria, o por una idea romántica, o por la justicia y la paz, también hay asesinos descerebrados y asesinables como Jimmy. Ha habido hasta asesinos vanguardistas. Los descerebrados están en todas las casas.

Ahora se le reprocha mucho a los presidentes y directivos de los clubes de fútbol que haya muerto en la reyerta entre ultras un descerebrado (que me perdonen sus dos hijos; sus amigos, no).

Me parece superfluo.

Tampoco creo que se deba culpar de casi nada a la policía o a la delegada del Gobierno en Madrid, la inexorable Cristina Cifuentes, rubio azote de libertades.

De que mate o muera un descerebrado solo tiene la culpa una circunstancia: que le damos muy poca importancia a la educación.

Si a un hooligan del Atleti le das una educación, en lugar de reventarte el bazo con un bate de béisbol igual solo te revienta dos costillas.

El problema es que somos seres humanos y hasta el deporte lo interpretamos mal. Nos pasa exactamente lo mismo que con el derecho al voto.

Cuando salió la sentencia por la catástrofe petrolera del Prestige, poca gente se desmayó por el hecho de que los jueces insinuaran que había tenido la culpa el mar.

De la existencia de descerebrados como Francisco Javier Romero Taboada, alias Jimmy, no tiene la culpa un precario sistema educativo que cada día se va recortando más. Los hijos de Francisco Javier Romero deberían tener derecho a no volver a ser como Francisco Javier Romero. Pero yo no sé cómo se arregla eso.

Solo por casualidad el ministerio que dirige José Ignacio Wert se llama Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Interpretado como Ministerio de Matemáticas, Religión y Fútbol. Así seguiremos muriendo y así seguiremos matando.

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