En plena efervescencia de pactos y aun calientes las urnas del 24-M, el Fondo Monetario Internacional acaba de filtrarnos el borrador de su informe sobre la situación económica de España. Dicho informe refrenda las propuestas electorales del PP –que todo siga igual-- y alguna aportación de Ciudadanos –contrato único.
Sin cortarse un ápice, propone el FMI al "futuro gobierno español" que iguale las indemnizaciones por despido de los contratos fijos y temporales, copago de la sanidad y la educación, y subida del IVA reducido (propuesta esta última que incluye, entre otras barbaridades, encarecerle el trasporte público al obrero de siempre y al obrero pos-burgués: otro atentado contra los derechos de los trabajadores: no nos subirán el sueldo y desplazarse a trabajar saldrá más caro). Textualmente nos advierten y asustan asegurando que "revertir las reformas ya aprobadas en el pasado crearía incertidumbre y frenaría la recuperación". La devoción mariana o la plaga bíblica de los mercados, en resumen.
La pizpireta Esperanza, aunque ya no es la primera de la clase, no lo hubiera recitado mejor. Me da la indocumentada impresión de que este informe es un fehaciente acto de propaganda electoral que responde a los procelosos resultados de mayo, ya que el FMI no desconoce que 2015 lo vivimos los votantes nacionales en pertinaz campaña.
Lo que dice el FMI al crédulo ciudadano es que vote, ahora, el programa oculto del PP. Ese que se aplicó exactamente desde el 21 de diciembre de 2012, y que era todo lo contrario a lo prometido por Mariano Rajoy en campaña electoral. Como lo cabrón no quita lo educado, hay que agradecerle al FMI su sinceridad. Otros no nos la habían obsequiado nunca.
El FMI es organismo de andar con mucho cuidado desde que se creó en la II Guerra Mundial, y apoyó después con su/nuestro dinero dictaduras militares, genocidios y otras ocurrencias que la CIA inspiraba a las colonias. Últimamente había adquirido visos más glamourosos, hasta el punto de que dos de sus cuatro últimos presidentes han pasado por el talego. Hablo de Rodrigo Rato, el más pata negra de los estafadores presuntos del PP, y de Dominique Strauss Kahn, que pactó una indemnización de cuatro millones de euros a una camarera a la que había intentado violar. La actual, Christine Lagarde, fue más comedida y Tiffany´s, y solo la acusaron de un delito de malversación.
Esta es la gente que nos recomienda, bajo el grito susto o muerte, que votemos al PP o a Ciudadanos en las próximas elecciones. Si no, caeremos bajo las garras de poderes perversos. Y las venganzas del FMI pueden ser terribles. Ya lo vio en carne propia José Luis Rodríguez Zapatero. Y eso que el zapaterismo apenas quiso ser un idealismo burgués de batín y buenas formas. Pero el implacable FMI, junto al BCE y Merckel, se encargaron de decirle que ni siquiera aceptaban ese idealismo diletante y perfumado. Del idealismo proletario ni hablamos. Gracias a los consejos del FMI, el idealismo proletario estaba demasiado ocupado buscando trabajo basura por el día y comida en la basura del anochecer.
Quizá consciente de aquella cariñosa colleja mortal del FMI a Zapatero, Pedro Sánchez no ha osado contestar directamente a los heraldos de Lagarde. En la página web del PSOE, ha delegado en su secretario de Economía, Manuel de la Rocha, que ha sido suavemente contundente: "No deja de sorprender que el FMI no haga ni una sola referencia al incremento increíble de la desigualdad o de la pobreza infantil, cuando sabemos que somos el segundo país de Europa con mayores tasas de pobreza infantil tras Rumania".
El miedo de PS a no plantar cara en persona al FMI es asumible. Cualquiera se mete en las fauces de un organismo regido por honorables personas que, tras cumplir con la oficina, se distraen violando camareras, malversando, o engañando a los españoles con el viejo timo de las estampitas, hoy rebautizadas preferentes. Estos son los redactores del plan contra la crisis de España. Estos son los que, explícitamente, someten a injerencia nuestra voluntad popular pidendo el voto al PP por la vía del miedo: "Revertir las reformas ya aprobadas en el pasado crearía incertidumbre y frenaría la recuperación". ¿Nada que decir, Pedro?
Comentarios
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