Rosas y espinas

El PNV quiere consulta

56bdfee1698c9.r_1455310373234.0-0-960-497Si la abuela de Alberto Sicilia es capaz de entender las ondas gravitacionales, no debe de ser tan difícil que nuestros líderes políticos, al fin, acaben entendiendo España. De momento y por el norte, antes de confirmar huésped en la Moncloa, el PNV acaba de aprobar este sábado un documento político en el que exige "el derecho a decidir libre y democráticamente" su encaje en el Estado. O sea, lo mismo que en Catalunya pero sin tanta alharaca. El texto aprobado en la VII Asamblea General jeltzale se titula Batasuna eta indarra (Unidad y Fuerza), y viene a refrendar la hoja de ruta ya diseñada en un texto madre de 2008.

El estado de las autonomías se nos hace viejo, como la Constitución. Y el tiempo sigue demostrándonos que taparse los ojos, como hacen los niños cuando tienen miedo, no es la solución para conjurar este delicado asunto. No es una novedad señalar que la política/lechuza del PP ante el nacionalismo lo único que consigue es abonar nacionalistas. Ni que los seis diputados del PNV son las piezas del puzzle necesarias para la conformación de un gobierno sin el PP.

Nuestro diseño de Estado nos lo dieron hecho en 1978 los padres de la Constitución. Es decir, unos señores muy respetuosos con el franquismo por miedo o convicción, presionados por un ejército que engrasaba los sables golpistas cada mañana, y con unas urgencias históricas que nada tienen que ver con el ahora. La Transición, como su propio nombre indica, se hizo con vocación de primer ensayo, y sin embargo hoy mantenemos los textos canónicos redactados entonces. Los sacralizamos. Como si despegarnos esa última piel del franquismo nos doliera.

Durante 40 años de democracia, el terrorismo etarra contribuyó a que el debate territorial se circunscribiera a su aspecto militar, o policial. Pero ahora ETA ya no existe, o casi, y los vascos y los catalanes tienen ganas de hablar. En el PNV han cargado de simbolismos esta última asamblea. Es en Pamplona (Nafarroa), en el mismo auditorio donde la fuerza jeltzale celebró su primera asamblea tras la muerte del dictador. Y el texto presentado ahora para su aprobación se titula igual que el discutido entonces. Al contrario que Convergencia y ERC, el catolicismo nacionalista vasco está prefiriendo, desde el fracaso del plan Ibarretxe, una puesta en escena más política que folclórica, pero cuya esencia se define con las tres mismas palabras: derecho a decidir.

Algunos partidos están proponiendo ahora que el nuevo gobierno cuente con un ministerio específico para el asunto territorial. Quizá, antes, sería conveniente implantar un Ministerio de Oftalmología. Cada palo de ciego que damos en este asunto, es considerado varazo en las nalgas por los nacionalistas. Y da la impresión de que están diciendo que hasta aquí hemos llegado.

La regeneración democrática no solo consiste en colorear la transparencia y encarcelar a los corruptos. También obliga a aprender a hablar vasco, catlán y gallego no solo en la intimidad. Y, sobre todo, de esos temas tabúes que hasta ahora solo hemos despachado con miedo, asco y sordera. En Catalunya la llama ya está prendida. El PNV, mucho más sotto voce, la acaba de avivar. El primer balón está en el tejado del Pedro Sánchez: los seis diputados del PNV son imprescindibles para él si quiere formar gobierno. Toca dibujar mapas.

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