Rosas y espinas

Reyes Magos vs. drag-reinas

Anda nuestra España de sotana y no-do muy disgustada porque en Vallecas van a sacar una cabalgata de reyes con tres drag queens, cuyas gracias artísticas son Roma Calderón, La Prohibida y Dnoé Lamiss. Los activistas retro de Familia y Dignidad Humana califican la idea como una "ofensa a los cristianos en un acto infantil con dinero de todos los contribuyentes". El concejal del PP José Luis Martínez Almeida se quejaba en twitter en estos términos: "Los Reyes Magos de Vallecas son un intento más de Manuela Carmena por desnaturalizar la Navidad. Apoyamos el día del Orgullo Gay y el resto de celebraciones, pero creemos que el Día de Reyes se ha de respetar como se respetaría cualquier festividad de otra religión". Está claro que a Manuela Carmena se le atragantan más los reyes magos que el mismísimo e interventor Cristóbal Montoro. Aun resuena en la España carpetovetónica el lamento de Cayetana Álvarez de Toledo cuando la alcaldesa vistió a sus primeros reyes magos con look casual: "No te lo perdonaré jamás, Carmena, jamás", escribió esta noble española de la FAES tras sufrir sus hijos un colapso intelectual al ver los adefesios.

Pues habrá que decir que quienes más traicionan la tradición y cultura cristianas son esos clásicos reyes magos del jo, jo, jo y los caramelos, pues nada se dice en la Biblia de que los señores que llevaron oro, incienso y mirra a Jesús fueran tres ni se tratara de reyes. Esto último de coronar a estas figuras sí es una ofensa a todos los católicos republicanos. Solo existe una alusión bíblica a estos personajes en el evangelio de Mateo (pefiero el disco de Bach al libro), y los más eruditos exégetas del santo texto interpretan que eran sabios astrólogos. Así que, si queremos tradición de verdad, deberíamos contratar para las carrozas a investigadores precarios, así al menos por un mes alcanzarían la condición de mileuristas.

Este convertir en tradición cualquier ocurrencia alcanforada es muy del gusto de nuestra derecha, amante de imponernos como dogmas sus más atrevidas ignorancias.

De entre esas tradiciones, yo la que prefiero es la de las doce uvas, pues procede de una sátira contra el poder establecido. Sucedió allá por 1882, cuando el alcalde madrileño José Abascal quiso cobrar un duro de tasa a los que quisieran seguir a los magos por las calles de la capital castiza. Pretendía así el recto regidor arrebatar al pueblo la noche orgiástica y alcohólica que se montaba con la excusa de las cabalgatas, y unos gamberros, unos vallecanos de los de antes, decidieron entonces, en venganza, arrebatarle la fiesta de fin de año a las almas bienpensantes.

Como era costumbre importada de Francia por nuestros ricos engullir uvas y champán para despedir el año, un grupo de gamberretes y gamberretas se fue a los pies de la Puerta del Sol a montar allí el jolgorio que el duro del alcalde les había puesto demasiado caro --un duro de entonces era un pastizal--, y después la ocurrencia se fue extendiendo al resto de ciudades españolas y a los confines de nuestras excolonias. Los que iniciaron aquello fueron unos 15-M avant la lettre a los que hoy Concepción Dancausa hubiera mandado a sus antidisturbios, y a los que Rafael Catalá hubiera multado vía ley mordaza.

La cabalgata LGTBI de Vallekas --a la que no tienes que acudir obligatoriamente, por cierto-- viene también de esa estela inconformista que inspiró a los de las uvas en Sol. No hay que olvidar que, como escribió mi querido Shangay Lily en su testamento literario Adiós, Chueca (Ed. Foca) la drag es "un hombre que se viste de mujer con fines políticos, para cuestionar los géneros, la homofobia y el heterocentrismo". O sea, nada que ver con travestis, transformistas o transexuales, igual de respetables pero ajenos a la veleidad ideológica. Pero esto tampoco lo saben quienes defienden cual cruzados enfadadísimos esta tradición que no es tradición ni nada, pues solo es un invento tardío y marcadamente consumista. A los sabios que viajaron al portal de Belén siguiendo una estrella, por cierto, los tatarabuelos de ese catolicismo rancio que hoy se indigna los hubieran quemado en las hogueras de la Inquisición. Por brujos. Buena ha sido siempre la iglesia con la ciencia, ay, Galileo.

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