Rosas y espinas

Pedro Sánchez y 'El Jefe'

Con los cambios generacionales de los últimos tiempos (rey, presidente del gobierno, líderes de PSOE y PP, presidente de la federación de fútbol...) hemos pasado de ser un país gobernado por prejubilados a ponernos en manos de la cuarentena. En lo estrictamente parlamentario, hoy observamos dos fuerzas que necesitan labrar futuro y otras dos que precisan olvidar mucho pasado. La partitura suena bien si uno es muy optimista.

Pero ahí sigue nuestro viejo rey, recordándonos –sobre todo al PSOE-- de dónde venimos y, por tanto, hacia dónde no podemos ir. Se ha dado estos días una graciosa coincidencia. La ministra de Justicia, Dolores Delgado, ha preguntado oficialmente a la abogacía del Estado si Juan Carlos I es o no inviolable (no hagamos el fácil chiste machista). Le han dicho que no, claro, pero el ministerio se ha apresurado a aclararnos que la información no se ha pedido, "en ningún caso, porque el Gobierno tenga en marcha iniciativa alguna". Tranquilito quedéme durmiendo sobre mi toisón de oro.

Y es que el affaire Corinna se ha convertido en una negación cotidiana de la progresía que quiere transmitir el apolíneo Pedro Sánchez. Esto de que el Gobierno no tiene "en marcha iniciativa alguna" es la versión puño y rosa del tancredismo quietista del viejo Mariano Rajoy, aquel bajo cuyos pies no volvía a crecer la hierba si andaba rápido.

Durante el tan breve como eterno lapso que hemos vivido desde la reencarnación de PS, observamos cómo el líder socialista le iba perdiendo el miedo a Susana Díaz primero, después a Pablo Iglesias, a Rajoy, a Rivera, a Soraya, a Pablo Casado y hasta a los secesionistas catalanes. Pocas veces encontrose en estas tierras caballero tan audaz.

Pero ese gigante desnudo y contento que parecía Sánchez, que iba matando canallas con su cañón de futuro, se nos enaniza cual dibujo animado en cuanto topa en su camino con el Golem borbónico. Como en una maldición tribal, el héroe no puede pisar el suelo del cementerio de elefantes, pues pierde todos sus poderes.

Quitando comprensibles lapsos, los borbones llevan reinando en España desde 1700 con más que discutibles resultados. Si uno se para a pensarlo mucho, lo mejor que hicieron los borbones por España fue desmontar un golpe de Estado que habían urdido ellos, cual fue el 23-F. Y, tal que hoy mismo, un socialista moderno y que se creía gigante se desmorona a sus borbónicos pies.

El caso es que nuestro Gobierno socialista tiene constancia, como cualquier español, de la posible comisión de un delito por las más altas dignidades del Estado. Por El Jefe, que es como siempre llaman sus familiares y amigos a Juan Carlos cuando está delante. Y contra El Jefe, por supuesto, no va a tener el Gobierno socialista, el que hoy lidera por votos la izquierda republicana o no de este país, "ninguna iniciativa en marcha". Estaría mal visto. Por El Jefe.

Los trolls vocacionales siempre vocean cualquier apunte hacia el rey como un cartucho más del odio rojo. El odio siempre ha sido confundido con el ansia de saber en los regímenes totalitarios, por eso siempre se empieza matando a los maestros, poetas, filósofos, músicos y cátedros, que son los que más odian el odio.

Yo creo que nadie le pide al socialista Pedro Sánchez que asalte con la CNT el palacio de la Zarzuela –y sus anexos, por si se esconde allí alguna aristócrata-- y se ponga a guillotinar borbones y borboncitas. Lo que se le pide a Pedro Sánchez es que nos facilite el conocimiento de la verdad sobre este asunto. Llevamos demasiadas décadas teniendo que estudiar historia de España con textos de autores extranjeros. Conocer si Juan Carlos I, nuestro rey, cometió o no delitos o faltas es nuestra obligación como ciudadanos, pues el borbón es parte de nuestra Historia, de nuestra cultura, malditos, queridos trolls. Tanto derecho tienen a ser estudiados los reyes golfos como los reyes godos, que dirá, algún día, cualquier vulgar clásico del futuro.

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