Rosas y espinas

Los humores cobardes, Wyo

 

Los amores cobardes no llegan
a amores ni a historias (Silvio)

 

Ver a Wyoming y Dani Mateo pedir perdón este lunes por un chiste de El Intermedio me llenó de tristeza. Vaya mierda de programa de humor, que nada más enchufarlo te abruma de aflicción y desconsuelo. De pésame por la libertad de expresión. El gesto sienta jurisprudencia sobre la sagrada ley de la risa: ahora, cada vez que contemos un chiste, deberemos añadir una coda aclaratoria en previsión de la nacencia espontánea de posibles ofendidos. Es la muerte del chiste, del ingenio, de la sátira, del sarcasmo, de la irreverencia, de Quevedo, Wilde, Chesterton, Villon, Cunqueiro, Ramón, Brassens, Castelao y Jardiel. Si los chistes de antes se estropeaban cuando los explicabas, no te digo nada si además de explicarlos te pones después a pedir perdon. El ciego cateto meapilas (y no por casualidad español) Jorge de Burgos está volviendo a quemar la biblioteca de la abadía de Umberto Eco, y con ella el tratado de Aristóteles, dedicado a la comedia, con el fin de expurgar el mundo de humor ante los ojos impotentes de Guillermo de Baskerville.

La novedad, en este caso, no está solo en las estrafalarias y cobardes disculpas de Wyo/Mateo por un chiste, sino en la reacción que han tenido varias empresas que patrocinaban el programa y que no lo harán más. Censura empresarial. Lo que le faltaba a la ley mordaza. Lo que no se entiende es que los espectadores razonables de El Intermedio no hayan reaccionado con un boicot a estas marcas en la red y en las tiendas. Andamos tan ocupados en conservar nuestra mansedumbre ovejil que nos suda la lana que nos asfalten los prados.

No somos inocentes, y todos (lectores y periodistas) sabemos de la importancia que tiene el poder empresarial para cualquer programa, artículo o medio de comunicación que dependa de la publicidad. Pero antes lo hacían con más disimulo, coño. Ahora quitan campañas y contratos porque un humorista se ha sonado la nariz con una patriótica bandera made in china, de propiedad privada (puede hacer con ella lo mismo que con un calcetín) y en la más absoluta intimidad. E insisto en esto, pues quizá deberíamos darle rango jurídico. La comunicación, el humor, la literatura, el arte son ámbitos íntimos entre el creador y cada espectador. Por muchos espectadores que lo compartan. No te puedes sentir ofendido, porque no estás obligado a escucharlo o a verlo. Los comunicadores no somos La Manada. No os metemos en los portales a la fuerza. Si queréis venir a ofenderos cuando hablamos, cuando escribimos, cuando recitamos o cuando metemos un bidé en el Louvre, es problema vuestro. No vengáis. Así de fácil.

Creo también, ya que últimamente he tenido que estudiar leyes pues estoy metido en jucio penal de este jaez, que entonces nuestra jurisprudencia debería tener en cuenta la palabra de los que nos sentimos divertidos, no solo de los que se sienten ofendidos. ¿Y si yo me siento ofendido porque no me dejan divertirme cuando uno se suena la nariz en una bandera patriótica española made in China? ¿Ahí no actúan las censuras empresariales y judiciales? Cuando de niño empecé, ilusionado, a estudiar a escondidas el pentámetro yámbico, nunca pensé que tendría que emplear mi apasionado verbo para expresar estas sandeces, estas obviedades.

Yo respeto mucho los símbolos. Jamás arrancaría una bandera española de un cuartel de la Guardia Civil. Esa sí, quizá, tenga un significado. Una simbología profunda. Las fuerzas de seguridad del pueblo son gente de proteccción: tu Estado, tú, enseñáis ese símbolo como una bandera blanca. O me negaría a quemar la bandera española o de piolín de tu balcón, cuya simbología profunda la elige el habitante del balcón. Pero si te compras una patriótica bandera española de poliéster made in China en un mercadillo puedes hacer con ella lo que te salga de tu libertad de gesto, de higiene o de palabra.

Y tú, oh ávida lectora, deberías ofenderte y pedir la retirada de El Quijote de librerías y bibliotecas, pues viene a decir que tus lecturas te vuelven loca, te alejan de tu Dulcinea y te abisman en la muerte. Y, además, hay pasajes del Quijote en los que te ríes, que esos sí son peligrosos. ¿Verdad, abate Burgos?

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