Rosas y espinas

Cuba

El turista es el que va a mirar paisajes y el viajero el que va a entender las almas. Hasta creo que lo he dicho mejor que Paul Bowles. El caso es que ando en estos días de prisión dándole muchas vueltas a la solidaridad internacional que están regalando por todo el planeta los médicos cubanos, ese país embargado desde hace ya casi 60 años y cuyo asesoramiento epidemiológico han pedido gigantes como China o el Brasil de Jair Bolsonaro, fascista que echó a miles de médicos cubanos en 2019 alegando que eran espías comunistas. Ahora el secretario de Estado da Saúde brasileño, Joao Gabardo, acaba de pedir oficialmente que regresen para ayudar contra la pandemia del coronavirus. También la región lombarda de Italia, gobernada por la neofascista y xenófoba Liga Norte, ruega el consejo de los epidemiólogos cubanos en esta crisis sanitaria. En política también es fácil distinguir a los turistas de los viajeros.

Llevo años cabreándome con familiares, amigos, compañeros y cuñaos de toda casta y condición que regresan de Cuba hablando solo de miseria, de prostitución y de niños muy flaquitos. Unicef no está muy de acuerdo con esto último. Lleva décadas constatando que en Cuba no existe desnutrición infantil, además de aplaudir una tasa de escolarización del 100% hasta la edad universitaria. "Aquí no hay ningún niño en la calle", constataba hace ya diez años el representante de Unicef en Cuba, preguntado por un bastante insidioso reportero de la BBC. "En Cuba los niños son todavía una prioridad y por eso no sufren las carencias de millones de niños de América Latina, trabajando, explotados o en redes de prostitución". En España sí hay niños prostituidos, también niños españoles, como informó a EFE en 2018 el jefe del grupo de Trata de Seres Humanos de la Guardia Civil. Normal en un país, el nuestro, con una tasa de pobreza infantil del 28%, también según Unicef. Entre los países industrializados, solo Letonia, Estados Unidos y Rumanía nos superan en tan sonrojante ranking.

En cuanto a las prostitutas que mis amigos y familiares turistas veían por multitudes en las discotecas de sus hoteles habaneros, el citado representante de Unicef replicaba que "ese es otro de los estereotipos criminalizando la situación cubana radicalmente injusto. El número no es especialmente alto". Lo que pasa es que el turista propende a no ver más allá de la ruta programada por los operadores, infestadas no porque haya en el país muchas putas, sino porque los turistas son un reclamo para ellas, pues muchos de estos escandalizados caballeretes y señoritongas viajan a Cuba con el inconfesable anhelo de echarse un polvo caribeño. Ven tantas putas y putos porque los van buscando, o sea. Yo, que siempre me alojé en casas de amigos y no en los sex-hotelazos de Abel Matutes, vi en La Habana mucha menos prostitución que en cualquiera de las escasas fiestas de futbolistas españoles a las que me ha tocado asistir.

Ahora resulta que, a la espera de una vacuna, es un medicamento desarrollado por la industria farmacéutica cubana el que abre la esperanza en el mundo a muchos afectados de coronavirus, el antiviral Interferón Alfa 2 B. Los cubanos, a diferencia de nuestra sanidad privada, no están especulando con él.

El tratamiento con Interferón para el coronavirus no es el único gran hallazgo reciente de la sanidad cubana. Hace apenas cuatro años, la BBC (incluyo el enlace de esta nada sospechosa cadena porque sé que los turistas de la información necesitan lo que creen son fuentes fiables y no el Gramma, que ni conocen), nos contaba qué es el Cimavax, medicamento desarrollado por el Centro de Inmunología Molecular de La Habana como vacuna contra el cáncer de pulmón. También crearon el Heberprot-P, un tratamiento que reduce en un 78% las amputaciones por pie diabético. Saltándose el bloqueo (al menos el mental), los investigadores estadounidenses del Instituto para el Tratamiento del Cáncer Roswell Park y la Food and Drug Administration han introducido en la sanidad yanqui todas estas drogas.

Podría seguir un buen rato, mas el lector turista suele tener la neurona poco musculada y corro el riesgo de cansarle. Pero ya le gustaría a los investigadores de nuestro país tener 1.800 patentes de medicamentos comercializados por el planeta. Aquí nos conformamos con la fregona y el futbolín.

Quizá lo que toque ahora es replantearse si el mundo entero puede seguir admitiendo el bloqueo asesino sobre Cuba que sigue imponiendo EEUU, con los únicos apoyo de Brasil e Israel, a pesar del voto en contra en 2019 de los otros 187 países que conforman la ONU. A nuestros ahora benefactores cubanos les cuesta el embargo anualmente 4.000 millones de dólares. Un sablazo criminal para un país que no llega a los 150.000 M€ de PIB.

Estos días un crucero británico con 1.603 personas a bordo, cinco de ellas contagiadas y otras 40 aisladas, recibió permiso de Cuba para atracar en sus puertos y refugiarse y ser tratados allí. Nadie los quería acoger. Llegaron como turistas, pero se marcharán como viajeros. Una buena lección revolucionaria.

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