Rosas y espinas

A Rolex o a Mango

La Ministra de Igualdad, Irene Montero, durante su intervención en una sesión plenaria en el Senado. E.P./Jesús Hellín
La Ministra de Igualdad, Irene Montero, durante su intervención en una sesión plenaria en el Senado. E.P./Jesús Hellín

El debate sobre el vestido de largo midi y con falda tableada de Irene Montero, diseñado por la factoría Mango y que cuesta en tienda 15,99 pavos, ha vuelto a despertar la hidra del guerracivilismo en España. Los españoles también sabemos hacer guerras civiles de couché, todo sangre cool o chic, y nos peleamos con la misma heroica fiereza por un enclave estratégico en la barra de un bar que por la falda tableada de Irene Montero. Yo no sé si tanta testosterona será sana.

A los que no estáis muy versados en geoestrategia política y militar, os pondré en antecedentes para que comprendáis la magnitud de la crisis cainita que está acechando borrascosamente a España.

El terrible acontecimiento que desató la tormenta, comparable quizá en trascendencia histórica al asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en 1914, fue un posado de la ministra de Igualdad en la revista Diez Minutos para ilustrar una entrevista firmada por Rosa Villacastín. Las fotos perfumadas y acariciadoras de Ana Ruiz Hearst han llevado a lo más soberano del pueblo español a rebautizar a Irene Montero como La Preysler de Galapagar.

Ítem más. Los más holmesianos y evolucionados especímenes de la caverna, no tardaron en descubrir que la ministra fardaba de peluco que no veas, y lo que marcaba la hora en su lindo bracito era un Rolex valorado en 7.000 euracos. Era un Swatch de 110, pero ya se ha pintado un nuevo atributo indeleble en el retrato popular que voceará desde hoy la derecha ultramontana. Ya veréis qué poquito tardan los acosadores del chalet en reclamarle el Rolex a la ministra. O en preguntarle si lo pone en hora venezolana. Ya conocéis los tres tópicos del inagotable ingenio de estos distinguidos alborotadores.

Por otra parte, la que de malvado tiene este humilde cronista, decir que a uno le chirría notablemente ver a la ministra de Igualdad de un gobierno pretendidamente izquierdista poniendo morritos en una revista del corazón. Porque el couché, todo el couché, representa justo lo contrario de lo que vindica la ministra. El couché es un combinado de cosificación de la mujer con exaltación del modus vivendi de la más parasitaria oligarquía. Resumido así, suena un poco antirrevolucionario, camarada Irene.

Cuando surgió Podemos, el machirulismo español intentó denigrar a sus mujeres hablando de pelos en las axilas, falta de higiene, ropaviejismo, feminazismo y otras lindezas. Un miembro de la Real Academia Española, Félix de Azúa, demostró la fineza de su verbo con esta reflexión sobre Ada Colau en la revista Tiempo: "Una ciudad civilizada y europea como Barcelona tiene como alcaldesa a Colau, una cosa de risa. Una mujer que debería estar sirviendo en un puesto de pescado".

Ahora, además de estas viejas bilis, se lleva también mucho la cosificación fashion de la mujer podemita, que es a lo que se ha prestado inocentemente Montero dejándose transportar al lado rosa de lo oscuro.

La primera ministra podemita oficialmente fashionizada fue Yolanda Díaz. Un conocido medio, creo recordar que El Español de Pedro Jota, dedicó un reportaje a La elegancia imprevista de la ministra de Trabajo, como si las comunistas fueran todo el tiempo disfrazadas de planeta de los simios. Ahora, como Irene Montero no posa en taparrabos, ya es La Preysler de Galapagar. Eso le pasa por meterse en las fauces del couché. Parafraseando el chiste, ¿estamos a rolex o a Mango, querida Irene?

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