El Vaticano y, por tanto, nuestra progresista Conferencia Episcopal, la de la Cope, mantienen desde hace cinco siglos a un pueblecillo español como maldito y excomulgado. La maldición y excomunión de Trasmoz, Zaragoza, no afecta a demasiada gente. En las elecciones municipales del año pasado, solo tenían derecho a voto 72 personas. El pueblo ya no llega a los cien habitantes. Hubo nueve votos nulos y una abstención. Ganó de calle el Partido Popular con 46 votos. El PSOE solo consiguió dos sufragios en ese municipio excomulgado. El laicismo español no funciona ni en los pueblos malditos por la Iglesia.
La excomunión y el malditismo de Trasmoz se remonta a principios del siglo XVI. Se les acusó de brujería, a pesar de que lo único que hacían los trasmoceros era falsificar moneda. Y no someterse a las exigencias económicas abusivas del clero. En estos quinientos años, ningún papa ha levantado el castigo. Y, si uno quiere una excomunión sin meterse en líos, lo único que tiene que hacer es empadronarse en Trasmoz. Sin ánimo de hacer proselitismo, amistosamente lo recomiendo.
Yo creo que todos los españoles de bien deberíamos empadronarnos en Trasmoz, y así nos ahorraríamos los 11.000 millones de euros que le damos con nuestros impuestos todos los años a la Iglesia católica, entre exenciones, cegueras tributarias, subvenciones, pagos a colegios y residencias de ancianos, curitas de hospital que no curan nada y cobran, mezquitas de Córdoba y catedrales que facturan entrada sin cotizar al fisco, y otras santidades. Vivimos en un estado aconfesional en el que la confesión nos sale muy cara. No creer en Dios nos cuesta casi un 1% del PIB. De tu sueldo de mileurista, diez pavos. Su reino no será de este mundo, pero tu dinero sí. Tu dinero es el suyo, por muy anticlerical que seas.
Ahora ha aflorado un grupo de curas españoles que pide desde las redes sociales que el Papa Francisco vea muy pronto a Dios. O sea, que la palme. Y, más recientemente, en carrera alocada de sotanas hacia el fascismo, se van levantando las negras faldas delante de la democracia como suelen hacer ante los niños: "Nosotros, como católicos españoles, estamos a favor de defender la memoria de Francisco Franco porque salvó a la Iglesia católica española del exterminio, de la mayor persecución que ha sufrido durante veinte siglos de historia".
Olvidan estos activistas del meapilismo sanguinolento que la Iglesia católica (y protestante, pero menos) masacró a los sacerdotes democráticos en España, Alemania e Italia entre 1936 y 1945. No se exterminaba a la iglesia: la iglesia fue uno de los más poderosos agentes exterminadores de disidentes, propios y extraños, en España y en toda Europa. En 1943, el Papa Pío XII asistió a las puertas del Vaticano al exterminio de 8.000 judíos de Roma. No dijo nada. Los papas de entonces eran infalibles y sus silencios, también. No se quería exterminar a la iglesia, por muchos merecimientos que hiciere. La iglesia formó sociedad, en todo momento, con los exterminadores.
Ahora resulta que hay una parte de la iglesia española que se declara franquista, y ya era hora de que nos lo fueran elucidando. Y yo no vería inconveniente que resucitaran la Inquisición, pues es mejor matar a poetas y científicos en un potro de tortura que de desánimo. Yo no sé qué harían los científicos, los ecólogos y los poetas con los 11.000 millones que se lleva la Iglesia cada año. A lo mejor plantar árboles en lugar de rezar al cielo para que llueva. Por aportar una idea algo sedentaria.
La voxiferación de la iglesia se veía venir, pues todo lo irracional y estúpido acaba hermanándose. Las victorias de Bolsonaro y Trump tuvieron mucho que ver con la pujanza radical de la iglesia evangélica. El mundo se vuelve imbécil. Dios vuelve a ser más poderoso que la inteligencia y que la ciencia. Yo emigro a Trasmoz, el pueblo excomulgado, a ver si me hago amigo de una bruja y de un herrero que me acuñe monedas falsas. No puedo imaginar mayor felicidad.
Comentarios
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