Rosas y espinas

Pobre Yolanda, la que te espera

Pobre Yolanda, la que te espera
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, en la segunda jornada de debates de las siete enmiendas a la totalidad del proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2022, este jueves en el Congreso. EFE/Mariscal

Como ya ha empezado la temporada de caza contra Yolanda Díaz, tal como se hizo con Pablo Iglesias, me propongo ofrecer unas cuantas ideas a las Grisso, las Ferreras, las Anarrosas (suerte, de corazón), las Indas y Marhuendas y demás porteros de patio que se ganan los percebes y la audiencia difundiendo bulos, rumores y maledicencias. Una profesión muy digna.

Pero necesitan ayuda. En los últimos tiempos, se ha notado que nuestra derecha mediática más falseadora va quedándose magra de argumentos, aburriendo a la peña con venezuelas y coletas asesinas, así que, por el bien de España, creo deber de la izquierda más imaginativa aportar unas cuantas ideas para zascarle a Yolanda Díaz, para hundir su reputación como dios manda.

El problema es literario y cinegético: no se suelen matar dos pichones con un solo cartucho. Si ahora, por ejemplo, Yolanda Díaz se comprara un chalet en el Madrid serrano y afuerino con dinero honrado, ya sería cansino repetir que estos rojos y rojas solo buscan ascender económicamente para conseguir un techo. Como si tener un techo fuera un privilegio solo apto para fachas.

Lo de Venezuela es que ya no da para más. Tras una docena de sentencias o así que confirman la inexistencia de financiaciones lisérgicamente caribeñas de Podemos, nuestro facherío sigue convencido de que Pablo Iglesias es un producto financiero del eje del mal, del contubernio judeo-masónico y de la erección del rabo del diablo. Hay que reconocer a la derecha mediática el mérito de haberse cargado a uno de los políticos que más ilusión despertó entre los españoles. Y hay que reconocerle al pueblo español su infinita capacidad para preferir al difamador que al difamado. Quevedo, el divino Arcipreste, Cela, Valle-Inclán y nuestros más robustos literatos y pensadores han divagado mucho sobre esa querencia del español por el chisme dañino. Nos encanta hundir reputaciones intachables y ensalzar a los más grandes delincuentes, siempre que pertenezcan a la aristocracia o a la oligarquía. Perdonamos las tarjetas black con las que Rodrigo Rato nos robó nuestro dinero, pero jamás disculparemos que Pablo Iglesias haya despistado la tarjeta telefónica de Dina Bousselham.

El problema es que se han agotado ya los mantras con Pablo Iglesias, epicentro de todos los pecados, e inventarse nuevas atrocidades para adosárselas a Yolanda Díaz parece tarea imposible. Como achina los ojos al reír, a lo mejor cuela sugerir que es un agente encubierto de la inteligencia china, enviado aquí para acabar con la raza supremacista blanca. La gente se lo creería, no os quepa duda. Pero ya no pondría el entusiasmo que dedicó a abatir la reputación de Pablo Iglesias.

Consta que más de un medio de difusión nacional envió a periodistas a Galicia con la única misión de indagar las relaciones sentimentales de la vida de Yolanda Díaz. Incluso algún periódico publicó algo. Intentaban encontrar en su pasado algún ex novio o novia caído/a en Ciudadanos, o una foto en el yate de un narcotraficante, o su firma en la factura en Islas Caimán de algún volquete de putos. Pero nada.

Yo sugiero que, para hundir a Yolanda Díaz, lo mejor que debemos hacer es denunciar sus superpoderes, pues ha abducido al Papa para que reniegue del capitalismo y denuncie las barbaries en la conquista de América, al FMI para que aconseje la subida del salario mínimo, o a la comunidad internacional para que exija a las grandes multinacionales abonar impuestos. Esto colaría muy bien entre los españoles. Este tipo de malvados siempre ha funcionado en nuestra inteligencia colectiva. Pobre Yolanda. La que te espera.

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