Rosas y espinas

Otro gallego para el PP

Otro gallego para el PP
Feijóo reúne a la Junta Directiva del PP antes de anunciar su candidatura.- César Arxina / Europa Press

Yo no sé de dónde sale esta querencia de nuestra derecha por los gallegos. En el 36 nos impusieron un gallego a punta de pistola, no sé si os acordaréis, un tal Francisco Franco. Con la muerte del dictador tomó el relevo el huracanado Manuel Fraga, que lloraba sentidamente ante las tumbas de los galleguistas a los que en vida había perseguido y represaliado. Cierto que le sucedió un castellano viejo como José María Aznar, pero él mismo corrigió después la desviación designando a Mariano Rajoy Brey, un señor de Pontevedra muy dotado para la intriga pero poco para la sintaxis. Ahora le llega el turno al ourensano Alberto Núñez Feijóo, que abandona llorando el terruño después de cuatro mayorías absolutas en Galicia con la fotito del narco Marcial Dorado en su yate enmarcada en plata.

En todo caso, decir en nuestro descargo que ni Franco ni Fraga ni Rajoy ni Feijóo son gallegos mucho gallegos y muy gallegos. Los dos primeros se pasaron la dictadura intentando borrar todo atisbo de cultura e historia gallegas. Publicar un libro en gallego fue una aventura bien peligrosa durante mucho tiempo.

El desprecio de Rajoy por todo lo referente a Galicia, salvo su marisco y su fútbol y sus mares de hilillos de plastilina, era tan notorio que hasta Fraga se lo afeaba: "Si quieres sucederme, cásate y aprende gallego", le llegó a decir públicamente.

A Feijóo le sucede más o menos lo mismo. Deja la presidencia gallega después de 13 años sin saber hablar gallego. Sus discursos cargados de castellanismos y groseros errores gramaticales provocaban urticarias a nuestros académicos. Se despidió ayer del partido de su tierra, por cierto, en perfecto castellano. Ya se siente eximido del farragoso deber de perorar en un idioma que no conoce y que le molesta.

Así que no os creáis que os mandamos a Madrid a un gallego de pura cepa, sino a un expatriado cultural voluntario, a un negacionista de su propia lengua. ¿A que suena peligroso?

Digo esto porque es uno de los pocos rasgos públicos que ayudan a definir a un personaje tan enigmático como Feijóo, al que no se le conocían ni las novias ni las aficiones ni nada. Escucho divertido a los todólogos de las radios y las televisiones haciendo cábalas sobre cómo será el PP de Feijóo sin conocer a Feijóo.

Feijóo lleva toda su carrera política, que es toda su vida, trabajando un perfil de burócrata algo rancio y demodé, parecido en eso al de Rajoy, el hombre que prometió aburrirnos al llegar a la Moncloa y que después ya sabéis las que montó. De aburrido, nada: que se lo pregunten a los muertos del Tarajal o de la hepatitis.

El inquietante Feijóo sale de su zona de confort para enfrentarse a dos cabezas de hidra como Santiago Abascal e Isabel Díaz Ayuso. O sea, que la cosa está más para lancelotes que para burócratas. En las bancadas de la Carrera de San Jerónimo le espera un grupo parlamentario asalvajado al que tendrá que apaciguar con mucha tila si quiere insistir en lo del perfil moderado de estadista serio. Mucha ayuda de las meigas va a necesitar el ourensano.

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