Consumidor indignado

El mercado negro de los traficantes de perfiles en las redes sociales

En las redes sociales hay un mercado negro de traficantes de perfiles. Son los seguidores zombis, que se utilizan para simular popularidad al inflar el número de followers o multiplicar los retuites de las cuentas de marcas comerciales, artistas, políticos...

A continuación, reproducimos el fraude número 34 del libro de Rubén Sánchez DEFIÉNDETE de #101fraudes: el de los seguidores zombis.

En el mundo de la música, muchas estrellas (hay quien piensa que la mayoría) son fabricadas por las discográficas creándoles una imagen atractiva para el público que quieren captar y pagando ingentes sumas de dinero a las emisoras para que pinchen sus temas.

Así que si eres fan de Justin Bieber... (bueno, mejor otro ejemplo, que si eres fan de Justin Bieber no creo que estés leyendo este libro). Así que si te gustan el ritmo, la voz y las profundas letras de Pitbull ("pero mira que tú estás buena y mira que tú estás dura; baby no me hables más y tíramelo mami chula"):, ni te imaginas cuánto dinero se ha invertido para intentar que lo prefieras antes que Extremoduro.

En las redes sociales, numerosos artistas, políticos, directivos, profesionales y empresas quieren aparentar que son populares sin mayor esfuerzo que el económico. Y lo cierto es que también en ellas pueden conseguirse seguidores a golpe de tarjeta de crédito. Los falsos fans no compran el producto, pero sirven para atraer a quienes puede que sí lo hagan.

El que un perfil tenga cientos de miles o millones de seguidores puede servir para captar a muchos más y, como mínimo, da una imagen de credibilidad. Como cuando ven un restaurante lleno, los consumidores se sentirán atraídos por cuentas con muchos seguidores y por el producto que venden (ya sea un disco o un programa electoral).

En internet, decenas de páginas venden followers y retuites en Twitter, clics en los "me gusta" de las fanpages de Facebook, seguidores en Instagram, visualizaciones de vídeos de Youtube y tráfico para cualquier web.

A comienzos de 2013, una investigación de los expertos en seguridad informática italianos Andrea Stroppa y Carlo De Micheli puso al descubierto numerosos datos sobre el mercado de cuentas falsas de Twitter y los sospechosos incrementos en el número de seguidores experimentados de forma repentina por artistas, políticos y grandes marcas como Mercedes y Pepsi (28.000 y 72.000 en un sólo día).

Comparando ofertas, podemos comprobar cómo cualquier tuitero puede lograr que por 5 dólares le siga una legión de más de 900 zombis virtuales en un sólo día con Fiverr.com. Por 15 dólares, Ordergig.com hace que 5.000 cuentas simulen visualizaciones de un vídeo en Youtube. Y para los que quieren hacer creer que sus mensajes tienen éxito en las redes, Twitterbacklinks.com oferta cinco retuits diarios por 9 dólares al mes y 125 RT al día por 150 dólares mensuales. Se trata de un floreciente mercado donde también pueden esconderse los fraudes, mediante aplicaciones que ofrecen seguidores cuando en realidad pretenden es hackear a sus víctimas para utilizarlos como spammers, suplantar sus identidades o acceder a sus cuentas bancarias.

Los traficantes de perfiles crean muchos de ellos mediante conexiones redirigidas alrededor del planeta para evitar picos sospechosos en registros desde determinados lugares, según reveló un estudio estadounidense para cuya elaboración se compraron más de 120.000 cuentas de Twitter.

Realizado por investigadores de la Universidad George Mason (GMU) y el Instituto Internacional de Ciencias de la Computación, de la Universidad de California, dicen que sus conclusiones (presentadas en agosto de 2013) serán utilizadas por Twitter para cambiar sus pobrísimos protocolos de seguridad.

Los del pajarito azul ni siquiera exigen confirmación del alta desde la dirección de correo electrónico facilitada, que además no tiene por qué ser real. Así que la simple y eficaz idea de exigir el número del documento nacional de identidad parece de ciencia (o política) ficción. En definitiva, su prioridad es hacer la mayor cantidad de clientes posible y monetizarlos.

La red más plagada de spam está llena además de cuentas que difunden contenidos pedófilos, sirven de escaparate para el mercado clandestino de falsificaciones de fármacos o suplantan identidades con el fin de desacreditarlas o hacer negocio a su costa (y no hablo de parodias). Aberraciones que, a distintos niveles, también sufren Facebook y otras plataformas.

Pero lo más grave es que, de momento, Twitter no está haciendo grandes esfuerzos por frenar todo esto (algo en lo que deberían aprender de Tuenti). Para colmo, su colaboración con la Policía y la justicia españolas prácticamente brillan por su ausencia. Mientras, nuestros gobernantes también parecen zombis, como si su mente no les dejara recordar que tienen la capacidad de legislar y actuar ante prácticas ilegales.

Ante el florecimiento del mercado de cuentas falsas, también han surgido quienes suministran herramientas a los Morgan Freeman del fraude en las redes sociales (si no sabes de qué te estoy hablando es que te saltaste la introducción de DEFIÉNDETE de #101fraudes).

Fakers (farsantes) es una aplicación web de la compañía canadiense Status People que calcula mediante un algoritmo qué porcentaje de seguidores de una cuenta podrían ser fraudulentos. Según esta herramienta podemos ver, por ejemplo, que la cuenta oficial del político, empresario y evasor fiscal italiano Silvio Berlusconi tiene un 63% de followers falsos. Aunque la compra de seguidores no representaría precisamente un gran escándalo en un tipo entre cuyos hits destacan delitos como la inducción a la prostitución de menores o el soborno a un juez.

El penúltimo fin de semana de julio de 2012, la web estadounidense 140elect.com se preguntó si el candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney, estaba comprando seguidores al detectar un aumento inusual en su número (sólo el sábado logró más de 93.000). El hashtag #MoreFakeMitt se convirtió en trending topic.

En cualquier caso, no todas las cuentas con pinta de muerto viviente son pagadas. Muchos usuarios crean una y no tuitean, no suben una foto de perfil, dejan sin rellenar la bio o no logran ni un seguidor, elementos que combinados hacen que parezca que se trata de un perfil irreal.

Además, muchos de los que se abren pero acaban no usándose siguen a los usuarios con más followers. El motivo es que al crear uno, Twitter invita a hacerlo.

El mercado negro de perfiles falsos ofrece distintos niveles de calidad. Los más baratos son los más fáciles de detectar, pero hay cuentas con completas bíos que remiten a webs donde se acredita la supuesta veracidad del perfil y un nivel de actividad que generalmente suele consistir en retuits programados.

Pero, ¿hasta dónde llegará el nivel de sofisticación de los programas que crean y manejan las actividades de esas identidades ficticias? ¿Simularán auténticas vidas virtuales con comportamientos al gusto de quienes quieran comprarlos para hacer dinero a su costa?

En definitiva, los zombis podrían convertirse en replicantes. Y quizás ningún programa informático sea capaz de emular al test Voight-Kampff que utilizan los humanos para diferenciar a las personas de los robots en el distópico 2019 de Blade Runner.

La metáfora es del profesor de Sistemas de Información en la IE Business School Enrique Dans, que se pregunta si vamos "hacia un futuro repleto de 'replicantes' sociales que inician supuestas tendencias y fenómenos virales variados en función de intereses comerciales para que grupos determinados de humanos los sigan como borregos".

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Es viernes 25 de octubre de 2013. Son las 23.35 horas. Mi mujer abre mi cuenta de Twitter y ve que se ha disparado el número de seguidores desde que hace nueve días anuncié que dejaba las redes sociales por una temporada. Chequea los últimos que han comenzado a seguirme y casi todos son cuentas falsas (y de muy baja calidad: tienen nombres y fotos pero 0 seguidores, 0 tuits y bios vacías).

Keka usa la herramienta Fakers y ve que el porcentaje de perfiles falsos que me siguen ha subido al 30%. El 16 de octubre era un 5%.

"Hay que tener una mente muy enfermiza para pagar por que 7.000 cuentas falsas sigan a @RubenSanchezTW con el fin de desacreditarlo #fraudeCM", tuitea @kekasanchez a la mañana siguiente, clavando los 140 caracteres.

En los días siguientes, la cifra de seguidores falsos sigue aumentando. Así que recurro a otra herramienta, Tweepi, y bloqueamos 20.000 cuentas. Primero intentan suplantar mi identidad y ahora esto. En fin, a quien había previsto anunciar que buena parte de las personas que me siguen no existen le ha salido el tiro por la culata. Además, he batido el record de Máximo Pradera: aunque él es un experimentado bloqueador de trolls y yo sólo practico la caza de zombis de modo amateur. En Twitter hay aficiones para todos los gustos.

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