Ruido de fondo

Átomos y bits

Una vez se me ocurrió defender el derecho a cobrar por mis libros y los internautas me despedazaron con sus comentarios. Por cierto, ¿quiénes son los internautas? ¿Por qué les tienen tanto miedo los políticos? ¿Llevan escafandra? ¿Yo soy un internauta sin saberlo? ¿Se les puede felicitar las fiestas con una tarjeta de cartón? En fin, son algunas de las preguntas que me surgen cada vez que asisto a una pelea entre autores, identificables con nombres y apellidos, y estos misteriosos internautas.

Entre los comentarios a aquella columna mía sobre la propiedad intelectual, la postura más radical vino de un internauta librero que negaba mi derecho a cobrar por las novelas que escribía. Para hacerlas —me decía— has usado gratis una cultura y a ella tienen que volver tus libros. A la cultura gratis, se entiende. Los argumentos más sensatos, o por lo menos los que permitían una cierta discusión, vinieron de otro internauta que dividía el universo entre los objetos fabricados con átomos y los fabricados con bits. Según él, la propiedad de estos últimos no podía estar sujeta a las mismas leyes que rigen la propiedad de los primeros.

No me pregunten por qué este internauta hacía semejante distinción y no dividía el universo entre objetos que tienen dientes de sierra y objetos que no. Lo que sí puedo decir es que esta distinción epistemológica les sirve a los internautas para justificar su profundo conservadurismo. Los internautas se han desentendido completamente de esas cosillas sin importancia que suceden todos los días en el mundo atómico para concentrarse únicamente en las brutales injusticias del mundo bit. ¡Ay, qué buena movilización ciudadana si además de tumbar la ley Sinde tuviera otro fin!

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