Ruido de fondo

¿Tendrá razón Mourinho?

Las noticias sobre las deliberaciones del Tribunal Constitucional cada vez se parecen más a las crónicas deportivas: a pocos minutos del final, cuando el Progresistas iba ganando al Conservadores por dos tantos, Aragón, el lateral derecho del Progresistas, metió un gol en propia meta y a punto estuvo de igualar la eliminatoria. El resultado final es sin embargo inapelable: 6-5.

La sentencia del Constitucional pone un poco de sentido común en todo este disparate de Bildu. Disparate provocado por la cicatera actitud de un PP que ve con horror la materialización de su pesadilla: que ETA se extinga en una legislatura del PSOE. ¡Con lo que le habría gustado al PP estar solo ante el peligro, entrar en el poblado arrastrando a Jerónimo y cortarle la cabellera! Quienes pensamos que esto no es un western y que Bildu debería poder presentarse a las elecciones aunque todos sus militantes hubiesen pertenecido a Batasuna, mirábamos estupefactos la atemorizada actitud del PSOE. ¿Pero no era esto lo que queríamos hace unos años, que ETA dejara las armas y se presentara a las elecciones? ¡Ah, amigo, ahora comprendemos la aparente sumisión de Rubalcaba, que un poco más y se convierte en Mayor Oreja! ¡Se había disfrazado de pusilánime porque estaba seguro de que la final de la Champions la ganaba el Progresistas!

La sentencia evita un estropicio, pero no contribuye a sanar un mal que se extiende: la utilización del Tribunal Constitucional en las tácticas políticas. La legalización de Bildu no ha sido una decisión dictada por la generosidad y el sentido común de los partidos. Aquí los partidos los decide el árbitro.

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