Ruido de fondo

Camps, beato ya

No creo que el PP esté haciendo con el desenlace del caso Camps una exhibición de hipocresía. En un partido cuyos miembros son tan reacios a dimitir es normal que Francisco Camps sea considerado un héroe. Los militantes deben de estar impresionados. Con muchos menos méritos un sujeto tan siniestro como Federico Trillo es toda una estrella en la calle Génova.

Si después de la tragedia del Yak-42 —aquella incompetencia del ministerio dirigido entonces por Federico Trillo que se llevó por delante la vida de 62 militares—, si tras aquella demoledora sentencia que condenó a un subordinado de Trillo nadie en el PP pensó en voz alta que el exministro debía abandonar por lo menos el primer plano de la política, cómo no van a considerar a Francisco Camps un modelo de conducta.

Purificados por el chivo expiatorio de Valencia, los dirigentes del PP abrazan ahora con el fervor del converso la causa de la decencia democrática: Rubalcaba, Chaves, Griñán, Zapatero, la familia Bardem, los de la ceja, todo el mundo tiene que seguir ahora el camino cristiano trazado por Camps y dimitir de sus cargos esté o no imputado en causas penales.

Como lo hizo en el pasado el socialista Demetrio Madrid, expresidente de Castilla-León, que dejó su cargo aunque el juez lo declaró inocente. Como lo hizo el excandidato socialista Borrell sin haber cometido delito alguno. Como lo hizo Bermejo, exministro socialista de Justicia, por algo que todavía nadie sabe qué fue. Y como no acaba de hacer el propio Camps, que ha preferido no exagerar su gesto de santidad y conservar por lo menos el sueldecito de diputado.

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