Ruido de fondo

La mano que mueve las tijeras

Hace tiempo que el paro dejó de ser la consecuencia de unos intereses económicos para convertirse en una especie de fenómeno atmosférico del que nadie tiene la culpa. Y es que hay cosas que no se pueden remediar: si hace frío, el agua se hiela; si no se riega, la planta se muere. Y si no se abarata el despido, no crece el árbol del empleo. Lo mismo sucede ahora con el Recorte, presentado como una consecuencia natural de la situación económica. No hay intereses, no hay ideología en la mano que mueve las tijeras.

Aceptemos (sólo porque esta columna es muy corta) que para equilibrar las cuentas hay que frenar el gasto. Aceptemos que es imposible modificar nuestro sistema impositivo o luchar contra el fraude fiscal para conseguir más ingresos. Bien, pues ahora que no hay dinero para todo, es el momento más adecuado para hacer política.

Ahorrar en la enseñanza y en la sanidad o racanear con el dinero de los dependientes no es una consecuencia inevitable de la situación económica, sino una decisión ideológica al servicio de unos intereses. Porque igual que se bajan las pensiones y se reducen las prestaciones sociales del Estado, se pueden reducir los cargos públicos, establecer en 3.000 € al mes el sueldo máximo en la Administración, incluido el rey; ahorrar las pensiones de los expolíticos que tengan otros ingresos, recortar gastos corrientes, incluido el parque móvil; vender las televisiones autonómicas, interrumpir la financiación de la escuela concertada, suspender la financiación de la Iglesia, anular los fondos dedicados a la promoción de ciertas lenguas, eliminar instituciones y renunciar a la compra de armamento.

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