Ruido de fondo

Franquismo sociológico

Qué ocasión tan buena para que el PSOE empezara a reconciliarse con parte de su electorado. Qué torpeza la de sus dirigentes, que ya parecen boxeadores noqueados. Está la gente en la calle harta de los partidos, clamando en las plazas de todo el mundo por una democracia más transparente, y a José Luis —convertido en una especie de Cid Campeador inverso, que ha conseguido después de muerto hundirse aún más en la ignominia— no se le ocurre otra cosa que prohibir un debate público entre los aspirantes a la secretaría general. Después de abrazar con fervor las doctrinas neoliberales y de indultar en el último consejo de ministros al banquero delincuente, José Luis nos da ahora una lección de talante franquista.

En cuanto a los candidatos, mi única esperanza es que no gane Rubalcaba. Pero tampoco me entusiasma Chacón, criatura de Zapatero. En realidad me gustaría que apareciese a última hora un tercero en discordia, alguien más joven que Chacón que se hiciera cargo del partido aunque tuviera que pagar el precio de una larga oposición. Es lo mejor que podría sucederle a los socialistas, pero me temo que la tendencia al suicidio colectivo que se apodera de los partidos políticos en trances como este es irrefrenable. Y además, me da la impresión de que el PSOE tiene, como la Iglesia católica, un problema de nuevas vocaciones. Los jóvenes, quienes verdaderamente podrían renovar una organización tan caduca, han dejado de creer que los partidos políticos sean un vehículo de participación ciudadana. Los partidos son lobbys; y este —de verdad— es un buen momento para afiliarse al PSOE. Eduardo Zaplana lo haría.

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