Ruido de fondo

Una simpática dictadura

Montoro anuncia sanciones penales para los malos gestores. Dicho así y viniendo de un exministro de Aznar, parece una noticia de El Mundo Today. Pero es verdad. Y uno de los políticos que con más vehemencia ha aplaudido este propósito es Fabra, presidente de una autonomía saqueada por el PP. Otro, el de Extremadura, ha dicho —y esto sí que suena a coña— que las sanciones deberían ser retroactivas. ¿Pensando en Gallardón? Porque para deudas, la que ha dejado en Madrid su exalcalde y flamante ministro de Justicia.

El genial monólogo de Montoro sería para troncharse si no tuviera tintes espeluznantes. A lo tonto, Montoro define qué es un mal gestor. No es alguien que en vez de servir a la comunidad se haya beneficiado de ella, no. Es alguien que no comulga con el dogma del déficit cero. Ahora gastar más de lo que se ingresa es de quinquis. Pero ¿es que Montoro nunca ha tenido una hipoteca? ¿Es que nunca ha pedido un préstamo para comprarse un coche? Seguramente no; pero la mayoría de la gente sí necesita más dinero del que ingresa. Y lo mismo pasa con los Estados: que deben endeudarse para poder ofrecer servicios decentes a sus ciudadanos. Un Estado no es una empresa.

Esta gente ha conseguido con la inestimable ayuda de los socialistas —Rubalcaba y Chacón incluidos— que el neoliberalismo haya dejado de ser una opción ideológica para convertirse en La Verdad. Qué digo en La Verdad, ¡para convertirse en La Ley! Con el déficit cero sacralizado en la Constitución e incluido por Montoro en el Código Penal, las soluciones de izquierdas a la crisis no es que sean mejores o peores; es que son ilegales.

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