Ruido de fondo

Orgullo español

Terminamos esta semana con el orgullo nacional por los suelos. Primero han sido los franceses con esos vídeos de los guiñoles mofándose de Contador y de Nadal. Y luego ha sido el ministro De Guindos inclinándose ante el comisario de asuntos económicos, Olli Rehm, que ni siquiera se digna a mirarlo, como El Padrino.

Os confieso que a mí los vídeos de los guiñoles me han hecho gracia. Me gusta mucho el humor ácido de esos muñecos, y lo único que lamento es que hayan desaparecido de la programación española. Y me da la impresión de que la mayoría de los indignados se habría reído a carcajadas si en vez de Contador el objeto de las bromas hubiera sido Lance Armstrong. Pero bueno, cada uno tiene sus cosas: aquí nosotros nos hemos reído siempre de todo, pero nos molesta que se reían de nosotros. O más bien de nuestros deportistas, que es lo más sagrado que tenemos ahora mismo. Y nos escuece mucho más si las burlas vienen de los franceses, que no soportan la racha de éxitos que está viviendo El Deporte Español.

A mí esto del "deporte español" me hace gracia. A ver: me alegro cuando gana Nadal, Contador o Alonso. Pero que los tres sean españoles y se dediquen al deporte no los convierte en representantes del "deporte español". El deporte español es el ping-pong, el atletismo o la natación, el que se financia con dinero público. Y en esos deportes, como en la investigación científica, rara vez nos comemos una rosca. Nadal, Contador y Alonso han llegado lejos gracias a su talento y a su dinero. No gracias a su españolidad. Y mucho menos al apoyo estatal.

La absolución de Camps y la condena de Garzón. Eso sí que ha herido mi orgullo español.

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