Ruido de fondo

La comunión extiende la gripe A

Esta semana ha habido dos votaciones en el Congreso. Una para condenar los espectáculos donde se maltrata a los animales y otra para condenar al Papa por decir que los condones agravan el sida. Las dos han sido rechazadas con los votos de PSOE y PP. Zapatero ha sido capaz de plantarle cara a Prisa, al gobernador del banco de España y a la CEOE, pero no le pidas que prohíba el toro de Tordesillas o que frene los privilegios de la Iglesia católica, porque ahí ya le entra el canguelo. Los socialistas tienen sus estudios de mercado, y saben que unas elecciones generales se pueden ganar incluso con esta crisis económica. Hay que darse, eso sí, un barniz izquierdista, atacar a los poderosos —sin tocar las grandes fortunas—, llevarse bien con el lobby sindical, y al final la gente pica. Sobre todo si al otro lado hay una trama Gürtel, cuyos datos se van conociendo a un adecuado ritmo de telefilm. Ahora bien, si tú prohíbes las vaquillas estás acabado. En España hay cosas que no se tocan. La vaquillas son una de ellas. El error de los socialistas es creer que la Iglesia es otra. La idea de que enfrentarse a la jerarquía católica significa perder las elecciones está muy arraigada entre nuestros socialdemócratas. Y yo no estoy tan seguro de que sea así. Si entre las medidas anticrisis a Zapatero le diera mañana por denunciar los onerosos acuerdos con el Vaticano, es posible que la vieja guardia felipista saliera en defensa de los obispos y quizás hasta gritara con los del Opus en la Plaza de Colón cuatro consignas contra Zapatero y en favor de la familia. Pero la cosa no iría a más. Es el miedo atávico a las sotanas lo que aumenta de tamaño la amenaza.

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