Ruido de fondo

La dignidad menoscabada

Como tengo familia y amigos catalanes, lo primero que hice nada más leer el editorial famoso fue llamarlos y preguntarles que cómo estaban. ¿Era alta la expectación? ¿Estaban preocupados o, para emplear la expresión del editorial, algo más que preocupados? ¿Tenían la sensación de estar asistiendo al menoscabo de su dignidad? Salvo en casa de mi primo, el recurso del Constitucional no solía ser el tema de sus conversaciones a la hora de la comida. Confirmé la impresión que siempre he tenido desde que empezó la reforma de los estatutos: que la movida iba de arriba abajo, y no de abajo arriba, como sucede en los procesos verdaderamente democráticos. Que las preocupaciones de la gente iban por un lado y los intereses de la clase política (en donde incluyo a los periodistas) iban por otro. Necesaria o no, la reforma de los estatutos nunca fue un anhelo popular que los partidos canalizaran, sino una demanda de los políticos artificialmente inducida en los ciudadanos. Nada de dignidad de los pueblos: sed de poder envuelta para regalo. Los números son tercos: del 50% que acudió a las urnas, el 74% fue favorable. Eso significa que el 37% de los ciudadanos catalanes votó a favor de su Estatut. Y no hablo solo de Catalunya: en Andalucía, donde vivo, las estadísticas fueron aún más pobres. Esto en mi pueblo se llama desinterés. Pero no importa, el desinterés puede transformarse en fervor. La historia está llena de ejemplos. Sólo se necesitan políticos hábiles que sepan meter el dedo en la llaga y manipular los bajos instintos que todos llevamos dentro.

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