Ruido de fondo

Qué mal huele la basura

Me extraña que en su deriva folclórica el PP no haya sugerido el Palacio de la Moncloa como un posible emplazamiento del cementerio nuclear. Como diría la jueza Serrano con su proverbial finura, que Zapatero se meta los bidones radiactivos por donde le quepan. De todos modos, hay que recordar con más insistencia, ahora que los pronucleares están en plena ofensiva, que si no existieran centrales los cementerios de residuos no supondrían ningún problema. Claro que la cosa del cementerio tampoco hubiera pasado a mayores si no existieran nuestros decimonónicos partidos políticos, que no admiten la divergencia ni la democracia en su interior. Con unos partidos a la estadounidense, el conflicto se hubiera plantado en términos inversos: habría un montón de pueblos compitiendo entre sí para obtener las ayudas asociadas a la concesión de este Almacén Temporal Centralizado, que tiene un nombre digno de Orwell. Como ha dicho el corregidor de Villar de Cañas, una cosa es ser político y otra ser alcalde de tu pueblo. Mientras que los alcaldes intentan solucionar problemas, los políticos se dedican a crearlos. La ubicación del TAC tampoco hubiera sido noticia si la administración española estuviera organizada de otro modo menos chapucero. El sacrosanto Estado de las autonomías no ha descentralizado el aparato burocrático. Si acaso lo ha reducido. Las comunidades uniprovinciales han salido ganando, pero Andalucía o Catalunya son ahora Estaditos con centro en Sevilla o Barcelona. A cambio de esta falsa golosina el sistema ha fomentado un egoísmo territorial y una insolidaridad nauseabunda. Parecemos una urbanización de paletos y nuevos ricos que aunque producen basura maloliente, no quieren el contenedor frente a la puerta de su dúplex.

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