Ruido de fondo

Menores y papanatas

El defensor del menor de la Comunidad de Madrid, Arturo Canalda, dijo hace unas semanas que se había abierto un perfil falso en Tuenti para espiar a sus hijos y animó a los padres a que hicieran lo mismo. La franqueza de Canalda provocó un cierto revuelo en algunos padres, en algunos hijos y en la dirección de Tuenti, y él tuvo que añadir al día siguiente que había eliminado el perfil.Hasta hace bien poco, menos de cien años, la infancia no existía. Existían los niños, claro, pero nadie los consideraba muy humanos; eran cosas que lloraban, moqueaban y fastidiaban la siesta. Los altos índices de mortalidad infantil contribuían a la escasa valoración de los niños. No pasaba nada si se moría uno: había más.La idealización de la infancia es una actitud muy reciente, consecuencia del desarrollo económico de nuestras sociedades y de la literatura psicoanalítica, que localizó en los primeros años de vida la formación del carácter adulto. Esta tendencia ha ido a más y en la Europa de natalidad casi cero la exaltación de la infancia ha alcanzado niveles de frenopático.Basta ya. Una cosa es proteger a los niños de la explotación laboral y sexual y otra divinizarlos. ¿Cómo que un padre no puede espiar a su hijos? ¿Qué melindre ultrademocrático justifica ahora semejante irresponsabilidad? Si el hijo es menor de edad, un padre no sólo tiene el derecho, sino la obligación de saber, por cualesquiera medios, dónde está su hijo, qué hace, qué toma y con quién va. Y no sólo para protegerlo; sino también para cumplir con su obligación social. Nuestros colegios están llenos de niños silvestres, cuyos padres han dimitido de su cargo por desinterés o acogiéndose a la coartada del respeto a la libertad y a la intimidad del menor.

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