Marco Incomparable

Alberto, a ver cómo se lo explicas a tu hija

La extraña pareja.
La extraña pareja.

 

Charlene Wittstock, esa nadadora que desde que vive en Mónaco va siempre disfrazada de Armani, tuvo mellizos el pasado 10 de diciembre. La primera en nacer fue la niña, que llegó dos minutos antes que su hermano. Ella fue, por lo tanto, la primogénita. Pero el supuesto padre, un ex novio de Ana Obregón llamado Alberto Alejandro Luis Pedro Grimaldi, eligió al varón como heredero de su principado.

 

Tan contento estaba del parto por cesárea que dio la orden de celebrar la noticia con 42 cañonazos, repique de campanas y los aullidos de las sirenas de los barcos atracados en el puerto de Mónaco.

 

Es asombroso que todavía hoy alguien, por el hecho de ser hijo de, herede el control de un país, en este caso de un principado en el que la democracia brilla por su ausencia. Sin embargo, a lo que no me acostumbro -ni creo que pueda hacerlo nunca- es a ver a un padre quitar a su hija algo que le corresponde para dárselo a su hijo. Y más si el motivo es, única y exclusivamente, que él ha nacido con pilila y ella con vulva. Mi no entender.

 

Las normas sobre la corona de Mónaco establecen que en partos gemelares el primero que nazca será el heredero, salvo que sean niño y niña, en cuyo caso ella será discriminada, como ahora ocurre. Pero, no nos engañemos: cambiar una ley en Mónaco debe de ser para los Grimaldi casi tan difícil como irse de compras a París. Además, si nos pusiéramos rigurosos, la primogénita real debería ser Jazmin Grace, la primera hija de su alteza serenísima, que tiene 22 años y vive en Nueva York.

 

Albertito, se te ve el plumero. No es que tuviera muchas esperanzas puestas en ti, especialmente después de tu lamentable mal gusto al defenestrar a Madrid en su candidatura a los Juegos Olímpicos a costa del 11-M -tampoco quiero obviar aquí que soy madridista y tú un hortera del Mónaco, claro-. Eres un machista y encima lo celebras por todo lo alto.

 

Vete pensando qué le vas a contar a tu hija Gabriella cuando dentro de unos años te pregunte por qué la discriminaste nada más nacer. Y a ver cómo se lo explica también su madre, esa mujer que irradiaba felicidad por todos los poros de su piel en el día de su boda -poco después de intentar huir a Sudáfrica vía Niza- y a la que no vas a conseguir convertir en Grace Kelly2 por más que la tunees de Armani de los pies a la cabeza. No hay nada que hacer. Charlene, a ti lo que te queda bien es el bañador Speedo.

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