Palabra de artivista

Miedo al 15M

En estos escasos 20 días que han pasado desde que un grupo, que sigue siendo tan irritantemente ambiguo como en su principio, llamase a manifestarse contra los partidos que impulsaron la Ley Sinde (a veces hasta se nos olvida el origen de este movimiento), he detectado un creciente miedo al 15M. Pero, irónicamente, ese temor casi reverencial a cuestionar en lo más mínimo a un movimiento que en el mejor de los casos ha sido un verdadero "gazpacho" de lemas y desorganización y en el peor un eficaz aliado de la derecha (digan lo que digan su único efecto visible en la política real ha sido paralizar a la izquierda y permitir que la derecha, con similar número de votos que antes, ejecute un preocupante embargo del mapa político) no se ha manifestado en aquellos a los que supuestamente amenazaba este movimiento, léase la derecha, la banca, los oligarcas y todo el tejido neoliberal que está podando el estado de bienestar hasta la destrucción y abriendo la brecha social hasta el vértigo. No, los que han mirado este movimiento desde un miedo casi pueril han sido la izquierda y sus medios afines.

En todo momento han andado de puntillas, con una actitud hasta "pelota", en torno a un caótico crisol de incoherencias que pedía algo de autocrítica a gritos, y en lugar de ejercer una sanísima y extremadamente necesaria crítica o análisis han ejercido de "cheerleaders" o animadoras pomponeras que jalean ciegamente a un equipo que no deja de meter goles en su propia portería.

No sé si ha sido la culpa por esa terrible traición que el PSOE ha venido desarrollando en los últimos años a sus votantes, a sus ideales y a su historia, o una paralizante corrección política que nos impide hablar claramente de los problemas por miedo a ofender a alguien que pudiera ser o no ser de los nuestros, pero mientras la derecha avanza con su corrupción, sus tránsfugas, su cinismo político y su peligrosa estrategia para derrumbar al adversario aunque en el proceso derrumbe también al país, la izquierda anda jaleando a un grupo de amantes del ego (terrible el ego que he visto en Sol), amateurs, diletantes y absurdamente utópicos como si fuesen la solución.

"Esto no ha hecho más que empezar", he escuchado argumentarme a los acampados a los que he planteado estas dudas, "da igual quién haya ganado las elecciones, esta es una nueva realidad en la que ellos ya no cuentan", me han soltado tan campantes otros acampados (quizás por eso estaban tan campantes, perdón por la gracieta) que parecían ignorar el dato de que la "democracia irreal", esa a la que querían cuestionar, ha salido más reforzada que nunca en estas elecciones y ya no tenemos un bipartidismo, sino un monopartidismo de derechas que, salvo invasión alienígena, no parece revocable en las venideras elecciones. Si acaso se acrecentará.

"¿Qué hay de malo en cambiar la Constitución?", me espetaba un amigo al que le advertía de que en el análisis de la viabilidad de las propuestas del 15M se dejaba claro que la mayoría tendrían que pasar por una reforma constitucional. "Pues que la Constitución se puede cambiar en ambas direcciones si nos ponemos a ello, para ser más democráticos o menos; si nosotros cambiamos cosas ellos pedirán con toda la razón cambiar las suyas", le contesté indignado. ¿Es que la gente ha dejado de pensar a largo plazo?, me preguntaba yo en todo momento.

Porque en todo este ejercicio de ingenuidad política pareciera que toda la izquierda se hubiese zampado algún tipo de hongo alucinógeno y se limitase a bailar en torno a la hoguera mientras los caciques del pueblo ya empiezan a dar latigazos a los braceros más rebeldes: "Este por llamar a Franco totalitario, este por decir que Garzón defendía a las víctimas, este por llamar a Camps corrupto, este por cuestionar la sexualidad de nuestra Rita, Rita, un vino tinto y una mujer en forma de guitarrica", parece escucharse ya en los patios de los cortijos peperos.

Y mientras, nosotros entusiasmados por la recuperación de la asamblea como mecanismo de gobierno para el siglo XXI. "Vamos a hacer prácticas, sentaos en círculos de no más de 11 personas, como en las tribus indias", decía entusiasmado un animador-cultural, quiero decir un "Indignado", el otro día en Sol. Y yo no podía dejar de pensar ¿saben que los indios se extinguieron ante la barbarie imperialista europea, no? Mucho más ecológicos, mucho más civilizados, mucho más humanos, pero encerrados en reservas, los pocos que sobrevivieron. Por no mencionar Latinoamérica y la invasión española. Contra la avaricia nunca ha podido la generosidad.

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