Palabra de artivista

Fraga, ese homófobo

Los poderes fácticos nos quieren hacer comulgar, una vez más, con ruedas de molino. En España, no sólo hay que pretender que un golpe de estado a un gobierno legítimo, una dictadura nacional-católica de Franco y una Iglesia cómplice nunca existieron, ahora hay que pretender que sus artífices no tienen pasado. La transición, ese milagro consistente en traer a España millones de camiones cargados de tierra para echar por encima de todo nuestro pasado, lo borró todo y ahora todos somos igual de buenos, demócratas y padres de la Constitución. Por muy fascistas, traidores, ruines y asesinos que fuésemos. Barra libre de buenrrollismo para todos.

Sí, aunque el Partido Popular siga negándose a condenar la dictadura franquista y en cuanto puede reivindique a sus más repugnantes figuras, aunque a un juez ejemplar y dignísimo como Garzón se le vaya a sentar en un juzgado por osar cuestionar la ley del silencio franquista por la cual la familia de un dictador asesino sigue viviendo de las rentas y sus víctimas se tienen que callar, aunque a los de siempre no se les permita ni velar sus cadáveres porque eso conllevaría reconocer que hubo cadáveres, una ficción que la transición convirtió en un bonito acuerdo de cobardes de "aquí no ha pasado nada y sólo fue una riña entre hermanos", aunque a pesar de ese absurdo "pacto" por el que a los verdugos no se les podía pedir cuentas pero ellos sí podían seguir ejerciendo el poder amasado durante años de dictadura, tras robos de su patrimonio a familias republicanas, denuncias y destituciones por envidia y oportunismo que permitieron amasar fortunas y cargos a gentes sin talento, colonización de las esferas intelectuales por parte de zotes, lacayos y siervos del dictador, que justificaron las mayores estupideces desde sus cátedras, editoriales y periódicos,  monopolización del poder judicial que aún hoy sigue carcomido de machismo, homofobia y paletismo arcaico, perversión de todas las esferas de poder, que permitieron la creación de grandes colosos económicos como agradecimiento a su colaboración, la desigualdad que ese trato de favor hacia los más canallas y serviles generó en el mapa económico de España y que sigue existiendo por herencia (los hijos de aquellos aprovechados siguen teniendo el poder económico), la injusticia que anidó en todo el estado tras esos 40 años de retraso, hay que aceptar que esto es una democracia llena de demócratas y fingir que no quedan franquistas.

Vale, mientras nos sigáis imponiendo la mordaza y los chantajes, por el bien de esta democracia seguiremos tragando. Pero que se nos quiera obligar a convertir a un encubridor profesional (que eso fue, como mínimo, Fraga Iribarne) en un afable abuelito, simpaticón y con encantadores arrebatos fascistas en los que insultaba a mujeres, homosexuales y demócratas, por ahí no pasamos, queridos cristofascistas.

Fraga no fue ningún señor ejemplar en nada. Fraga fue el cómplice de una dictadura, que convirtió el trabajo de limpiamierdas cristofascistas en un arte (algo paleto, como sus bañadores, pero arte). Fraga, como mínimo indirectamente, fue responsable de torturas, muertes y asesinatos, al menos por encubrirlos. Que nunca se sentase ante un tribunal (en lugar de Garzón al que han llevado con un retorcido juego legal de unas facturas que no presentó cuando nosequé de noseccuantos) ya fue un acto de generosidad por parte una gran mayoría de españoles que preferimos mirar hacia el futuro. Pero eso no quiere decir que seamos tontos, ciegos o mudos.

Por mi parte, quiero dejar constancia de que Fraga, entre muchas otras cosas, fue un homófobo. Que intentó de un modo inedecente que nos siguiesen considerando enfermos hasta sus últimas fuerzas. Un esfuerzo que sólo habla de lo ruín que fue como ser humano. Hasta cuando ya se había conseguido hacer entender los sufrimientos y torturas que la homofobia nos habían hecho pasar, el siguió aferrado a la cantinela de la homofobia. Si por él fuese, hasta el último niño que naciese homosexual debía sufrir el peor de los calvarios: sentirse rechazado, avergonzado, humillado. Porque esas son las consecuencias de declaraciones como estas, hechas en 2004:

Fraga dice que ser gay es una "anomalía" de los cromosomas

Y es que hasta el final de sus días matuvo con orgullo su homofobia, su ataque a los homosexuales, su empeño en mantener vivo el estigma de considerarnos enfermos, como bien documenta este blog que lo denuncia, muy justamente, como una de Las caras de la homofobia.

El 14 de Diciembre de 2004 Manuel Fraga declaró que los homosexuales son personas que sufren una anomalía, aunque, matizó: «Las personas que nacen así porque los cromosomas se equivocan, tienen derecho a un cierto reconocimiento». Sus opiniones desataron una cascada de reacciones por parte de los colectivos de gays y lesbianas y algunas formaciones políticas. El presidente de la Xunta efectuó estas manifestaciones al ser cuestionado por el matrimonio homosexual que el gobierno socialista pretendía regularizar. «Eso no es un matrimonio. Es otra cosa. Respetable, pero otra cosa» afirmó. «El matrimonio, por definición, es que pueda haber una madre». Fraga se extendió en sus explicaciones añadiendo que «algo raro le tiene que pasar» a un varón que no prefiera a una mujer guapa. También aseguró que «algo debe haber» cuando fue preguntado por la presunta existencia de un lobby rosa. Según dijo, «pasar de la persecución que hubo en su día y que fue una equivocación, al orgullo gay, es otra tremenda equivocación»

Curioso que hiciese esa última afirmación cuando Fraga, como ministro de la Gobernación con Arias en el primer gobierno después de la muerte de Franco, pudo aplicar la ley "de vagos y maleantes" a los homosexuales. Pero la hipocresía es el modus operandi del partido que él fundó.

No, queridos cristofascistas, no nos apena la muerte de una persona que vivió 89 años y falleció en su cama mientras otros morían con 20 años tras ser torturados y arrojados por una ventana o recibía descargas eléctricas por ser homosexual o suicidándose tras años de homofobia alentada por declaraciones como la suya. Y lo sabía. Si alguien sabía las consecuencias de la propaganda era el responsable de propaganda de Franco. O, como lo expresó meridianamente ayer en su llamada a Radio Nacional de España el compañero Juan Carlos Monedero, gracias por tu lucidez y valentía:

Dios no existe, pero el infierno sí. Y tú, Fraga, fuiste uno de los caldereros mayores de ese infierno. Y dejaste bastante carbón como para que muchos intransigentes disfrazados de demócratas sigan caldeando la pesadilla cristofascista.

 

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