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Mejoras necesarias para una buena ley

La puesta a punto de la Ley contra la Violencia de Género que acaba de concluir la subcomisión de Igualdad del Congreso empieza a dar resultados palpables. De sus conclusiones se extraen propuestas de mejora de una herramienta jurídica cuya principal virtud, desde que el Gobierno de Zapatero la aprobó en 2004, ha sido colocar a la sociedad frente a un problema que venía siendo cobardemente ocultado por todos nosotros para esquivar la vergüenza.

Tras cinco años de aplicación de la norma, los juristas, políticos, policías, psicólogos y demás colectivos sociales concernidos por la lucha contra la violencia machista han recopilado datos que permiten afrontar una puesta a punto de la norma.

Lamentablemente, no hay herramienta jurídica capaz de erradicar por completo el machismo criminal, que este año se ha cobrado ya la vida de 49 señoras, pero no parece descabellado que los agresores pierdan la custodia de los hijos si se prueba su culpabilidad y que se les prive del régimen de visitas. Por increíble que parezca, ambos derechos se les mantienen en la actualidad.

Tampoco resulta extraño que la subcomisión unánimemente proponga que la ingesta de alcohol deje de ser un atenuante en la condena por violencia de género. Los efectos de beber de más (así se interpreta en el Código de Circulación) tienen más que ver con el aumento de la agresividad que con la enajenación transitoria que le atribuía hasta ahora la legislación, impregnada de la tradicional tolerancia social del alcohol.

Igual ha llegado la hora de que la sociedad, además de tolerancia cero con la violencia machista, tenga el mismo umbral de exigencia para castigar el abuso del alcohol en el resto de delitos.

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