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Poca tirita para tanta brecha

Cada vez que se publica el dato de que las mujeres cobran un 26,3% menos que los hombres en España, alguien replica que eso no es exactamente así. Es cierto que hay que explicarlo. Sería más correcto decir que la media de los salarios masculinos en España es un 26,3% más alta que la media de los salarios femeninos.

Hay un buen puñado de razones objetivas que explican esa discriminación, aunque no la hagan más digerible. La principal explicación sigue estando al margen de las normas laborales. La brecha salarial ya no responde a la menor cualificación de las mujeres (en la universidad, son el 54,7% del alumnado y superan la mitad de los titulados), ni a su tardía incorporación masiva al mercado laboral, de la que hace ya más de dos décadas. La brecha sigue estando en la corresponsabilidad familiar. O más exactamente, en la ausencia de ella.

Los datos cantan. El 91% de los hombres con hijos en edad dependiente trabaja. Entre las mujeres en idéntica situación, sólo tiene un empleo remunerado el 62%. Siguen siendo ellas las que se acogen a fórmulas laborales que permiten combinar el trabajo en casa y fuera, aunque sus carreras profesionales sufran un deterioro evidente por ello. Basta constatar que un tercio de las mujeres trabajadoras lo son a tiempo parcial, mientras que entre los varones ese porcentaje es de apenas un 8%.

La ministra de Igualdad se ha fijado 2020 como objetivo para erradicar la brecha salarial. Su compañero de Trabajo prometió aumentar de 3.000 a 5.000 las inspecciones laborales, aunque fue incapaz de detallar el resultado de las hechas hasta ahora.

A un Gobierno que hizo bandera de la Ley de Igualdad hace ya seis años cabe exigirle algo más que una tirita para tratar esta brecha.

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