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Las prisas de Tomás Gómez

La andanada de Tomás Gómez contra la falta de afecto que le muestra José Blanco ha puesto en evidencia las dos corrientes que conviven en la dirección del PSOE respecto a cuál es la mejor estrategia para encarar las próximas elecciones de 2011 en la Comunidad de Madrid: la que defiende el derecho adquirido por el líder socialista regional en estos tres años de oposición a probar suerte en las urnas; y la que considera que Gómez es insuficiente como cartel electoral para tamaña plaza.

Los primeros cuentan con el apoyo de Leire Pajín. No es un dato menor tener el respaldo de la secretaria de organización de tu partido. Por eso sorprende la osadía de Gómez, que puede haber quemado sus naves al plantear un órdago nada menos que a Blanco.

Los defensores de dar una oportunidad al líder regional aducen que ha desarrollado con dignidad una tarea difícil, pues a las trabas para transmitir mensajes en un entorno dominado por los medios próximos al PP se suma la excentricidad de que Gómez no es diputado en el Parlamento regional, circunstancia que lo priva de la visibilidad que da protagonizar las sesiones de control parlamentario a Esperanza Aguirre.

Rematan su argumento recordando que la fórmula del paracaidista (un candidato sorpresa de renombre designado en el último momento) ha resultado estrepitosamente fallida en las últimas ocasiones (Trinidad Jiménez, Miguel Sebastián...). Y que los ciudadanos de Madrid perciben que el PSOE da por perdida esta autonomía (y el no menos relevante ayuntamiento de Madrid) porque permite que los candidatos abandonen el barco nada más perder las elecciones, en lugar de quedarse a ejercer la oposición en la que los ha colocado el electorado.

Los que prefieren un nombre de peso como cartel electoral del PSOE contra Aguirre defienden que, a diferencia del Ayuntamiento (que todas las encuestas mantienen en manos de Gallardón), en la comunidad hay una oportunidad para la izquierda, derivada de la suma posible con Izquierda Unida y, sobre todo, del daño electoral que la irrupción del partido de Rosa Díez pueda hacer a la hoy amplia mayoría electoral del PP de Aguirre.

Esa oportunidad, rematan, sería desaprovechada si el PSOE no pone al frente de la lista de Madrid un candidato de peso. Sería como decir a los electores que esa Liga está perdida y por eso no sale a cuenta alinear a un galáctico.

Pero esta posición choca con un tremendo obstáculo: la negativa que se encuentran cuando tantean a posibles candidatos, que no parecen muy dispuestos a arriesgarse a perder y tener que pasar cuatro años dando la réplica a Aguirre en la Asamblea de Madrid. Es notoria la resistencia de Rubalcaba, De la Vega, Gabilondo o Trinidad Jiménez, como lo fue en su día la de José Bono.

Ambas corrientes coinciden en que el PSOE no puede permitirse repetir el esperpento vivido en las pasadas elecciones, cuando el rechazo a las ofertas de Zapatero se retransmitía prácticamente en directo.

La mayor fortaleza de las opciones de Gómez radicaba en haber sabido esperar. Por eso su error es mayúsculo. Ha puesto las cartas sobre la mesa y ha forzado un debate que sólo puede perjudicarlo a él y a quienes, hasta ahora, lo respaldaban.

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